jueves, 4 de junio de 2020

ENTRE LA TIRANÍA Y LA LIBERTAD


Tengo la impresión de que como humanidad, estamos ante una gran encrucijada, en la que – como siempre ha sido en las grandes encrucijadas históricas –, las opciones principales son entre la tiranía y la libertad.
Internet y las Redes Sociales expandieron grandemente las libertades al permitir que cada persona sea generadora de informaciones y receptora de múltiples versiones de los hechos y de las ideas.
Tal expansión de las libertades permitió la articulación de variados movimientos sociales y de 'causas' y agrupamientos de los más diversos tipos.
Pero actualmente, parece que como reacción del Poder y de las élites que se sienten amenazadas, se han activado múltiples censuras y bloqueos de informaciones en las redes sociales, en Youtube y en los blogs.
Facebook mantiene desde hace meses bloqueados mis blogs, entre otros este mismo, que no me permite postear.
La situación generada por la pande mia está siendo ocasión de nuevas y abundantes censuras y bloqueos de vídeos y textos que no mantienen un discurso 'políticamente correcto' sobre lo que está sucediendo.
El control de los ciudadanos se está haciendo 'molecular', e incluso se apunta a que los mismos ciudadanos sean denunciantes ('policías informales') de quienes no cumplen las instrucciones de las 'autoridades sanitarias'.
Soy optimista, y estoy convencido de que, al final, la libertad vencerá a la oscuridad y a las tendencias represivas del pensamiento y las comunicaciones.
Pero no me gusta, y me preocupa mucho, el poder que están asumiendo los gestores de las redes sociales, que son gigantescas y poderosas corporaciones, que incluso se han permitido censurar al Presidente de los Estados Unidos.
El argumento con que justifican las censuras y bloqueos parece razonable (fake news, etc.); pero ¿quién decide qué es razonable? ¿Y qué es verdad o mentira? ¿Y quién controla a los controladores?
Y en lo personal ¿con qué derecho facebook mantiene bloqueados mis blogs desde hace meses, sin darme ninguna explicación sobre el motivo?
Pienso que todos debiéramos estar conscientes de este grave problema, y reaccionar del modo y en las instancias que podamos, porque la libertad de pensamiento y de expresión es lo más precioso que tenemos los humanos
Y las tiranías son las peores condiciones en que puede desenvolverse la vida personal y social.


Hay cómplices activos y cómplices pasivos de la censura en las redes sociales. Activos son los que censuran, ellos mismos, lo que no les gusta, haciendo de ese modo que el comportamiento censurador se legitime y difunda. Pasivos son los que aceptan calladitos que quienes controlan las redes sociales censuren abiertamente, como lo están haciendo.
El nazismo lo gestaron, de modo similar, cómplices activos y cómplices pasivos, que en sus metros cuadrados discriminaban y dejaban que se discriminara sin decir nada.
Repetiré y multiplicaré mis advertencias sobre la censura, porque creo que el mayor peligro que enfrenta la humanidad, mucho más grave que la pan demia, es que nos encaminemos hacia una tiranía tecnológica, ideológica y mediática.
¿Más grave que la pande mia? ¿Acaso la vida no es lo más importante?
Más grave, sí. Lo enseñan los miles, millones de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han entregado sus vidas en defensa de la libertad.
Mis mensajes al respecto no cambiarán mayormente las cosas; pero al menos mis nietos, mis bisnietos, las generaciones futuras, sabrán que lo advertí y que dí la lucha, y eso les motivará y reforzará en su propia lucha por la libertad de pensamiento, de creencias, de expresión, de comunicación.
Espero que muchos me ayuden a difundir estas severas advertencias, que continuaré multiplicando mientras las redes no me los censuren. Firmo con mi nombre, como siempre lo hago.

Luis Razeto

jueves, 23 de enero de 2020

PREDICCIONES Y ALTERNATIVAS


Es arriesgado hacer predicciones, porque el futuro depende de muchas cosas, personas, hechos, circunstancias, situaciones y contextos que no conocemos. Pero me la juego y formularé algunas predicciones sobre lo que sucederá en el futuro próximo y de mediano y largo plazo en Chile, afectado actualmente por el conjunto de hechos iniciados el 15 de octubre de 2019, que se ha llamado “estallido social”.
Estas predicciones las formulo en base a los conocimientos y los criterios metodológicos de la ciencia de la historia y de la política y de la teoría económica comprensiva, que básicamente son los siguientes:
1. Los hechos sociales, económicos y políticos son el resultado de la composición, interacción y relación de fuerzas entre todos los actores, o sea los sujetos individuales, grupales e institucionales que participan en la sociedad mediante sus iniciativas, obras y actividades;
2. Las actividades, iniciativas y obras de estos actores expresan y manifiestan lo que ellos son, lo que sienten, lo que piensan, lo que quieren, sus intereses y sus aspiraciones.
3. Todos esos actores operan condicionados por las estructuras y los procesos económicos, institucionales y culturales que se han formado, desarrollado y consolidado a lo largo del tiempo.
4. Estas estructuras y procesos se configuran en diferentes niveles de agregación, desde las personas y familias hasta las grandes civilizaciones, pasando por las organizaciones locales, comunales, nacionales, regionales y globales.
5. Las entidades menores se encuentran sobre-determinadas por las entidades mayores, en nuestro caso, por el sistema económico, por la organización política del Estado, y en última instancia, por la civilización moderna, que experimenta la fase terminal de su crisis orgánica, como lo he explicado en mis libros.
Es obvio que con estos 5 criterios, bien aplicados, uno puede predecir tendencias, procesos, dinámicas sociales y políticas, pero no hechos puntuales. No es predecible, por ejemplo, el resultado del próximo plebiscito, aunque me atrevo a pronosticar un resultado bastante más parejo entre las dos opciones que el que predicen hoy las encuestas, que indican más del 70 % de aprobación.
No puedo aquí exponer los análisis que me llevan a adelantar las predicciones sobre lo que sucederá en Chile en el futuro próximo, limitándome a hacer las indispensables referencias a los principales actores involucrados en los hechos, cuyos comportamientos y acciones derivan, como dije, de lo que son, lo que sienten, lo que piensan, lo que quieren; de sus intereses y sus aspiraciones.
Es claro que predicciones efectuadas sobre la base de estos criterios metodológicos no expresan lo que uno quisiera, sino lo que probablemente sucederá. Lo que sucederá, a menos que surjan actores nuevos y que se realicen iniciativas, obras y actividades que cambien el curso de los acontecimientos. Porque la vida personal y social, y la historia, no están determinadas ni siguen un curso predeterminado. Son posibles los cambios, es posible modificar la dirección y el curso de los procesos económicos, sociales, políticos y culturales. Las mismas ciencias mencionadas – la Ciencia de la Historia y de la Política y la Teoría Económica Comprensiva – enseñan que son posibles los cambios estructurales, y cómo ellos pueden generarse, impulsarse y realizarse.
Entonces, después de exponer las predicciones sobre lo que sucederá si no ocurren hechos que cambien el curso previsible de los procesos, expondré las alternativas posibles de ser generadas y que alteren el curso de los acontecimientos en una dirección deseable.
Comienzo con las predicciones en base al análisis de los actores que están siendo protagonistas de los hechos y procesos en curso. El orden responde sólo a una lógica de exposición, y no a la importancia de cada grupo social. Son los siguientes:
1. Los grupos y bandas organizadas de delincuencia y de narcotráfico, que operan fuera del orden institucional. Esos grupos son poderosos, tienen fuerza social y capacidad de movilización, cuentan con recursos económicos, están armados, ejercen influencia, control y poder sobre sectores sociales lumpen y de extrema pobreza, en muchas poblaciones pobres y marginales, donde son temidos, queridos y defendidos.
En el marco del “estallido social” estos grupos y bandas organizadas se han fortalecido grandemente, han ganado espacios urbanos, han expandido el radio de sus acciones, han experimentado un significativo aprendizaje organizaciones y operacional, y adquirido conciencia de su acrecentado poder.
Ellos continuarán creciendo e incrementando su poder, y será más difícil su control por parte de las instituciones policiales y de justicia.
Es muy probable que expandan su presencia, infiltración y poder sobre algunas instituciones que les interesan, especialmente las municipalidades, la policía y los tribunales, y expandan su radio de acción económica, especialmente en el rubro inmobiliario, adquiriendo propiedades en sectores que consideran estratégicos. Actuarán fidelizando ciertos grupos de inmigrantes que viven en condiciones muy precarias, incursionarán en la trata de personas, y ejercerán creciente influencia sobre la economía informal urbana.
Constituyen un efectivo peligro y un desafío mayor para el Estado de Derecho.
2. Otro actor importante, que se ha movilizado en marchas y concentraciones masivas exigiendo derechos y planteando demandas sociales diversas, es la llamada clase media aspiracional o emergente. Tiene expectativas de mejoramiento de los salarios, de las pensiones, de los servicios de salud y de educación, así como una reducción de los costos del transporte público, y también del privado (no + TAG). Estos sectores han experimentado en los años recientes una ampliación significativa de las oportunidades económicas y de bienestar, así como un mayor acceso a los servicios públicos, la educación superior, lo medios de comunicación, el crédito y el consumo. Pero sus aspiraciones se ven frustradas debido al creciente endeudamiento en que han incurrido para facilitar los mencionados beneficios y accesos a bienes públicos y privados.
Sienten temor por el futuro y se han movilizado socialmente para protestar, demandar y exigir soluciones al Estado, y contra lo que perciben como privilegios y abusos de las empresas y de los más ricos. Intuyen que el modelo económico ya les cierra las oportunidades de movilidad social ascendente, y sienten que crece la brecha en los niveles de ingreso y de vida. Han trasladado sus expectativas de progreso, desde la iniciativa personal y familiar en base al estudio, el trabajo y el emprendimiento, a los servicios públicos y las políticas sociales del Estado. No obstante, descreen enteramente de la clase política y de las élites en general.
Sus expectativas de mejoramiento social a través de las políticas públicas se mantendrán en el corto plazo; pero se verán frustradas en el mediano plazo. Las políticas sociales proveerán beneficios solamente a los más pobres, quienes reciben pensiones solidarias, sueldo mínimo y educación municipal. El Estado no tiene los recursos ni está en condiciones de atender las demandas de estos sectores medios aspiracionales. Por eso, las condiciones de vida de los sectores medios se verán seriamente afectadas, porque las mismas medidas tributarias y de beneficio social para los pobres, afectarán la inflación, el empleo, a las micro y pequeñas empresas, a las tasas de interés de los créditos, el acceso a la educación de mayor calidad, al tiempo que el deterioro del orden público afectará sus condiciones inmediatas de vida, trabajo, transporte y seguridad.
Estos sectores sociales serán los más negativamente afectados por la crisis económica y política. El aumento del desempleo y la insolvencia de numerosas micro y pequeñas empresas, llevará a una parte de este sector social a la informalidad económica y a la reducción del consumo. Pasada la activación política relacionada con el Plebiscito, la desafección de la política que viven estos sectores continuará, distanciándose culturalmente incluso respecto de la democracia representativa, lo que abrirá espacios crecientes al populismo de izquierda y al autoritarismo de derecha. Las movilizaciones sociales de estos sectores continuarán, pero irán disminuyendo de intensidad y fuerza porque enfrentarán crecientes limitaciones y restricciones asociadas al control policial del orden público. Hasta que, una vez que se haga evidente el deterioro económico y social que los afectará, estalle un nuevo levantamiento social.
3. Un actor relevante ha sido y continuará siendo el de los estudiantes secundarios y universitarios, que han estado a la vanguardia de los movimientos y luchas sociales, y que participan muy activamente en las redes sociales; que están desencantados no sólo de lo que les ofrece el sistema educativo y que no creen ni esperan soluciones que provengan de las élites económicas y políticas. Ellos han adquirido conciencia crítica de las inequidades del sistema económico y político, así como de las amenazas climáticas y ambientales que se ciernen sobre su propio futuro. Carecen de guías y modelos morales y espirituales; pero son lúcidos en sus críticas y están conscientes de sus potencialidades.
Mi predicción es que este actor social se irá diversificando, como consecuencia de su crecimiento etáreo, de la inevitable transitoriedad de su condición de estudiantes, y de las diferencias sociales y de oportunidades que tendrán en el futuro próximo.
Una parte será integrada al sistema, mediante la educación superior, la inserción laboral o la participación en la política institucional. Otra parte será absorbida por el narcotráfico o por bandas de delincuentes. Una tercera parte se radicalizará en posición anti-sistémica y anarquista y continuará activa en la lucha social. Y una cuarta parte se integrará a movimientos ciudadanos alternativos, por ejemplo, en grupos de música y arte, experiencias de salud y alimentación sana, iniciativas de economía solidaria y de autogestión, movimientos terapéuticos, de conciencia holística y de espiritualidad, organizaciones ecologistas, redes informáticas, de comunicación y educación informal, y muchos otros movimientos existentes, o que ellos mismos inventarán, en las que se experimentan y promueven formas no-convencionales de sentir, de pensar, de relacionarse, de comportarse y de vivir.
4. Otro actor: los empresarios, inversionistas, banqueros, que gestionan controlan y dirigen la economía operando en los mercados. Están ya en un compás de espera y han detenido proyectos de inversión, hasta que los hechos decanten y conozcan las nuevas condiciones. Porque son lo que son, ellos continuarán buscando oportunidades de negocios en las condiciones que se creen en el país, considerando especialmente el incremento de la inflación y el tipo de cambio, que siempre ofrecen oportunidades de ganancias a los que operan en los mercados financieros y comerciales; pero seguramente el ritmo de crecimiento del PIB disminuirá, e incluso podrá darse una situación recesiva que se prolongue en el tiempo. Si la incertidumbre se prolonga por varios meses más, buscarán oportunidades de inversión y de negocios en otros países, lo que actualmente es fácil de hacer. Elementos importantes que tienen en cuenta y a las que están muy atentos para quedarse o irse son: los impuestos, el costo del trabajo, el interés de los créditos, las regulaciones y controles estatales.
5. La clase política, los partidos, el gobierno y la oposición, que conforman el orden político institucional. Ellos están movidos por el afán de poder, y luchan por conservar el que tienen y por incrementarlo. Esto los lleva inevitablemente a enfrentarse unos con otros, impidiéndoles llegar a acuerdos de beneficio general, especialmente considerando la polarización ideológica que se ha producido en el país, que no se ve que pueda disminuir en el corto plazo. El hecho de estar muy desprestigiados podrá llevarlos a cambiar de formas y estilos, especialmente en el modo de comunicarse con los electores; pero en lo sustantivo, continuarán pujando por el poder, que es el sentido que le dan a la política. Habrá, con alta probabilidad, un sustancial recambio generacional en los liderazgos partidarios; pero eso no marcará un nuevo rumbo ni mejores modos de hacer política. El sistema de gobierno democrático basado en partidos políticos irá perdiendo consensos y adhesión ciudadana.
Este conjunto de tendencias y procesos que fácilmente serán juzgados como negativos, o que merecerán ser calificados como una visión pesimista, son en realidad manifestaciones de la crisis orgánica de la civilización moderna. La crisis del capitalismo, el industrialismo y el poder financiero en lo económico, que ya no son capaces de resolver los problemas de la gente y que incrementan la desigualdad y el deterioro del medio ambiente. La crisis de los estados, la burocracia y los partidos en lo político, que ya no son capaces de dar gobernabilidad, mantener el orden social y encauzar las transformaciones necesaria. La crisis del cientificismo, el naturalismo y el materialismo en lo cognitivo, que ya no son capaces de dar sentido a la vida ni de comprender y orientar la complejidad y diversidad social.
¿Hay alternativas? ¿Es posible cambiar el curso de los acontecimientos y procesos?
Mi tesis, consecuente con los criterios metodológicos de la economía comprensiva y de la ciencia de la historia y de la política, es que la alternativa no es otra que iniciar la creación de una nueva civilización: un proceso de superación del capitalismo, del estatismo y del materialismo, mediante la construcción progresiva de una nueva economía, de una nueva política, de una nueva estructura del conocimiento, que nos facilitarán transitar hacia una nueva y mejor civilización.
Y en este sentido planteo ahora mi última predicción, sobre la cual tengo un grado de certeza aún mayor que sobre las anteriores, porque se desprende del conjunto de aquellas, y del conocimiento de iniciativas y procesos en curso desde hace años. En efecto, sostengo que el proceso de creación de una nueva y mejor civilización se acelerará, consistentemente, en los próximos meses y años.
Ese proceso está en curso desde hace años, si bien es poco visible en los medios de comunicación oficiales. Otra economía, otra cultura, otras formas de conocimiento, no solamente son posibles, sino que ya existen. Son muchas las personas y los grupos que están creando y desarrollando formas de consumo y de alimentación sanos y orientados hacia un buen vivir; son muchas las personas que se han bajado del automóvil y se transportan en bicicletas; son muchas las personas y grupos que participan en cooperativas y empresas de economía popular y solidaria; son muchas las personas que forman parte de la economía colaborativa; son muchas las personas y grupos que forman redes de aprendizaje y de ayuda mutua, aprovechando las posibilidades que ofrece internet; son muchas las personas y grupos que desarrollan experiencias de auto-aprendizaje, de educación en el hogar, y de escuelas alternativas; son muchas las personas y grupos que cuidan su salud con medicinas y terapias complementarias; son muchas las personas y grupos que se alimentan de modo sano, abandonando el consumo chatarra, el exceso de grasas y azúcares: son muchas las personas y grupos que reciclan, que cuidan la naturaleza y que están activando procesos de recuperación del ambiente y de los equilibrios ecológicos; son muchas las personas y grupos que desarrollan experiencias de ampliación de la conciencia, que practican la meditación y formas diversas de espiritualidad, estén o no vinculados a religiones tradicionales. Y así en muchos campos, hay mucho más que identificar.
La mejor estimación que tenemos corresponde a estudios realizados a nivel internacional, y que indican que alrededor de un 15 % de la población mundial están participando activamente en estas nuevas formas de vivir, de relacionarse y de enfrentar sus necesidades, dándole un nuevo sentido a sus vidas, que claramente son propios de la nueva civilización emergente.
Mi predicción es que estas iniciativas y estos grupos, se expandirán, perfeccionarán y multiplicarán an el futuro próximo, a medida que se vaya comprendiendo mejor que las soluciones a los problemas económicos y políticos existentes, no serán proporcionadas por el Estado ni por el capitalismo, por más que prometan reformarse.
No es posible en el espacio breve de este video exponer en detalle lo que significa e implica esa necesaria transición a una nueva civilización. Lo he expuesto en otras instancias, y especialmente en el libro ¿Cómo iniciar la creación de una nueva civilización?, que quien se interese puede fácilmente encontrar en Amazon.
Ahora, pensando en Chile y en las alternativas que podrían orientar los procesos en curso en la dirección de una nueva civilización, considero importante plantear dos advertencias finales necesarias.
La primera se refiere a las concepciones anti-sistémicas confrontacionales, con sus propuestas contra-culturales, sus ideologías anarquistas y sus métodos de acción a menudo violentos. Ellas no constituyen una alternativa, ni son constructoras de una nueva civilización, mejor o superior a la civilización moderna, porque su mentalidad y su acción se limita a estar contra el régimen político existente, a ser anti-capitalistas, a ser contra-culturales; pero no tienen un proyecto positivo, una visión de la nueva economía necesaria, del nuevo orden político, de la nueva estructura del conocimiento, y menos, de cómo transitar desde la realidad actual a la realidad nueva que se desea instaurar. A falta de propuestas y respuestas, terminan adoptando alguna versión del estatismo en versión populista, o algún utópico e imposible regreso a formas y estructuras del pasado más o menos remoto.
Un error teórico de esas concepciones antagonistas es suponer que el ‘sistema’ es de tal modo poderoso y capaz de cooptar y de funcionalizarlo todo, que nada puede crearse que lo trascienda mientras no sea antes destruido. Otro error muy grave es creer que lo nuevo surgirá espontáneamente desde las cenizas de lo antiguo. En los hechos, esos grupos y movimientos anti-sistémicos confrontacionales, lo que hacen es acelerar la crisis de la civilización moderna, pero no iniciar la creación de una civilización nueva.
Esas creencias y movimientos no comprenden ni valoran las potencialidades de la autonomía intelectual y moral que pueden alcanzar individuos y grupos creativos, autónomos y solidarios, auto-organizados, y que en base a dicha creatividad, autonomía y solidaridad, sin necesidad de primero destruir al capitalismo y al estatismo, pueden iniciar la creación de una nueva superior civilización.
Para comprender tanto aquellos errores como estas potencialidades, remito a los criterios metodológicos básicos de la ciencia de la historia y de la política y de la teoría económica comprensiva que resumí al comienzo de esta presentación.
La segunda advertencia que quiero hacer apunta a comprender que si bien una nueva civilización implica una nueva economía, una nueva política, una nueva estructura del conocimiento, eso no significa que desaparezca y no tengan cabida en una nueva y mejor civilización, mucho de lo existente en la civilización que decae, e incluso elementos que provienen de civilizaciones anteriores.
Cuando se piensa en una ‘nueva’ civilización, se tiende a suponer que se trata de un orden socio-económico-político-cultural completamente diferente al existente, como si entre una civilización y la siguiente hubiese una ruptura histórica completa.
Es un error, que deriva de una visión ‘catastrofista’ sobre lo que es la crisis y la decadencia de una civilización, como si ésta se derrumbase como un edificio que colapsa entero sobre sus cimientos. Eso no es lo que ocurre históricamente. Son muchos los elementos de una civilización que se conservan y que se prolongan e insertan en la civilización siguiente. Es menos lo que se pierde y más lo que se recupera, de una civilización, en la que le sigue.
Por eso es importante preguntarnos qué podemos entender como una ‘nueva’ civilización y cómo se transita a ella.
Podemos decir que, en general, una civilización se caracteriza por la difusión de formas de vivir, que implican asumir ciertos modos de pensar, de sentir, de comportarse, de actuar y de relacionarse, basados en el conocimiento, la creatividad, la autonomía y la solidaridad.
En este sentido, en el surgimiento de una nueva civilización aparece un nuevo modo de hacer y de organizar la actividad económica. Ello incluye cuestiones tan amplias como la manera de experimentar las necesidades, de producir los bienes y servicios que las satisfagan, de distribuirlos entre los diferentes individuos y grupos que forman parte de la sociedad, de consumirlos y utilizarlos, de desarrollar y acumular lo que se necesita para garantizar el futuro, de utilizar los recursos y relacionarnos con la naturaleza. Es, en nuestro caso, el surgimiento de una economía solidaria, colaborativa, cooperativa, de trabajo y de comunidades.
El surgimiento de esta economía no significa que desaparezca la economía capitalista ni la economía estatal. Lo que sucede es que, lo que en la vieja civilización es predominante y central, se convierte en un sector, en una parte, que continúa existiendo, pero subordinada a una nueva racionalidad que se va expandiendo y adquiriendo predominancia y hegemonía. El mercado seguirá existiendo y funcionando; pero profundamente transformado, democratizado, permeado por la nueva economía emergente.
Algo parecido sucederá a nivel político. En el surgimiento de una nueva civilización aparece un nuevo modo de hacer política, y de organizar el orden y la transformación social. Ello implica nuevas instituciones, que se legitiman de otro modo, que regulan las relaciones sociales y los comportamientos que se reconocen como meritorios y aceptables; un nuevo modo de relación entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos.
El surgimiento de esa nueva política no significa que desaparezcan el Estado con sus tres poderes, ni la burocracia administrativa, e incluso ni siquiera los partidos; pero aquello que en la vieja civilización moderna es predominante y central, será redimensionado, perderá centralidad, quedará subordinado a las nuevas instituciones y formas de organización política que se creen.
Igual cosa al nivel del conocimiento y la cultura. En el surgimiento de una nueva civilización surge una nueva estructura del conocimiento, un nuevo paradigma epistemológico, una nueva concepción del mundo y de la vida. Será, en el caso actual, por ejemplo, el desarrollo de las ciencias de la complejidad, de filosofías y ciencias comprensivas de la complejidad y diversidad de lo real, que superen el cientificismo, el naturalismo y el materialismo de la civilización moderna.
El surgimiento de esta nueva estructura del conocimiento no significa que desaparecerán las ciencias positivistas que estudian la materia, la vida, la conciencia con los métodos de la epistemología empirista. Pero esas ciencias, que son hoy predominantes y que marcan la concepción del mundo naturalista y materialista hegemónica, serán integradas y probablemente subsumidas en una comprensión filosófica y científica más amplia, capaz de reconocer las dimensiones subjetivas, éticas, espirituales, de la realidad.
Por todo esto, es importante, junto con identificar los fundamentos emergentes y nuevos de la civilización por construir, descubrir y reconocer los elementos de continuidad, para que sepamos valorar, cuidar y conservar lo que tiene validez permanente. Es importante, entonces, comprender qué es lo que se conserva, cómo se prolonga y permanece activo, y cómo interactúa con los elementos decisivos y originales de la civilización nueva.
Y poner todo el empeño en iniciativas creativas, autónomas y solidarias, portadoras de mejores modos de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza; de modos más sabios de pensar, de sentir y de darle un sentido a nuestras vidas; de modos superiores de vivir, de ser personas, de ser comunidades, de ser naciones, de ser humanidad.
Luis Razeto

sábado, 18 de enero de 2020

LA LIBERTAD, LA DEMOCRACIA Y EL AUTORITARISMO ARRAIGADO QUE DEBEMOS SUPERAR


Muchos dicen que hay que impedir por medio de leyes el consumo de productos que dañan a los consumidores.
Pienso que eso es válido solamente para los niños, y que extender la prohibición a los adultos es tratarlos como niños, y promover que sigan actuando y viviendo como niños que no saben lo que quieren ni se responsabilizan de lo que hacen.
La conciencia y la libertad son lo que nos constituye como seres humanos. Todas las personas tenemos derecho a equivocarnos, y a aprender de los errores, asumir la responsabilidad de nuestras decisiones, y así crecer y desarrollarnos.
Distinto es el caso de lo que daña a terceros.
En este sentido, por ejemplo, no debiera prohibirse eL consumo privado de alcohol y estupefacientes; pero es lícito prohibir que conduzcan en estado de ebriedad y bajo el efecto de drogas.

Muchos dicen que el pueblo no sabe lo que quiere ni lo que le conviene, por lo que la democracia debe ser protegida mediante sistemas de representación partidaria, control burocrático y tecnocrático de los ciudadanos, poner límites a los independientes que pueden ser populistas, etc.
Pienso que esas formas de supuestamente proteger la democracia son anti-democráticas, y se basan en desconfiar de la conciencia y la voluntad de los ciudadanos, imponiéndoles un marco muy restringido de libertad política.
El pueblo, los ciudadanos, tenemos derecho a equivocarnos, y a aprender de los errores, y así crecer, desarrollarnos y asumir la responsabilidad de las decisiones que adoptamos. Esa es la esencia de la democracia.
Distinto es el caso de mayorías populares coyunturales que actuando como masas pueden llevar al caos económico y social, o al establecimiento de dictaduras.
En este sentido, lo que debe establecerse es la más amplia libertad de decisión de los ciudadanos, pero enmarcados en un marco constitucional legitimado democráticamente, que garantice la libertad y la igualdad ante la ley, e impida lo que atente al orden institucional democrático.

Luis Razeto



martes, 29 de octubre de 2019

HACIA UN NUEVO PENSAMIENTO ECONÓMICO Y UNA NUEVA ECONOMÍA: LA TRANSFORMACIÓN NECESARIA.


Lo primero que quiero decirles es que una nueva economía, alternativa, no-capitalista, ya existe, y se está desarrollando con fuerza. Es la que llamamos economía de solidaridad, o economía solidaria, o economía de solidaridad y trabajo. Es una economía real, grande, en proceso de expansión y perfeccionamiento. Ella es muy variada y heterogénea, rica de experiencias diversas, pero que tienen en común una serie de rasgos que la hacen inconfundible. En esta economía solidaria, en América Latina podemos contar la existencia de decenas y cientos de miles de organizaciones y experiencias; en ellas participan millones de personas, con distinto grado de inserción.
Las experiencias que podemos identificar formando parte o constituyéndose como economía solidaria, son aquellas que operan con racionalidades económicas distintas tanto de la que tienen las empresas organizadas por el capital y que responden a la lógica de la ganancia y el lucro individual, como de las unidades económicas organizadas por el Estado y que responden a una lógica de planificación centralizada.
En términos generales, conforman la economía solidaria las iniciativas, experiencias y unidades económicas protagonizadas por familias, grupos, asociaciones, comunidades y organizaciones intermedias, y que persiguen objetivos de cooperación, ayuda mutua y reciprocidad, a nivel de sujetos sociales integrados por acuerdos y compromisos asumidos libre y conscientemente sobre la base de afinidades objetivas o culturales particulares. Nuestra economía solidaria se constituye, entonces, a partir de una cierta racionalidad económica especial, que funda modos alternativos de emprender, de organizar y de gestionar la producción, la distribución, el consumo y la acumulación.
No es posible en el breve espacio de esta exposición explicitar dicha racionalidad económica especial; pero diremos algo sobre ello más adelante. Por el momento digamos solamente que, en general, la economía solidaria se funda básicamente en dos factores cuya presencia económicamente operante da lugar a organizaciones económicas de características especiales. El primero de estos factores es la solidaridad y la cooperación, convertidos en fuerzas productivas organizadoras de las actividades económicas, lo que hemos llamado el "factor C", esto es, la fuerza creadora, organizativa y eficiente de la voluntad y la conciencia colectiva, comunitaria o asociativa. El segundo factor es el trabajo humano en el más amplio sentido, puesto al centro de la organización y por encima del capital y de los factores materiales y financieros de producción y distribución.
En términos más directos, diremos entonces que en la economía solidaria converge un conjunto de organizaciones y actividades económicas muy variadas, pero que tienen en común la presencia activa y central del trabajo humano y de la solidaridad social, como factores organizadores de la actividad económica.
¿En qué tipos de organizaciones económicas se manifiesta esta racionalidad especial, al menos de manera embrionaria pero suficiente para impactar sobre el modo de organizar y de realizar la actividad económica? Una rápida mirada panorámica a la realidad nos permitirá comprender que estamos en presencia de un mundo mucho más amplio, rico y extendido de lo que habitualmente reconocemos. En efecto, operan poniendo al centro esos dos factores básicos -y me refiero ahora a América Latina en particular-, al menos las siguientes realidades y procesos:
Pongamos en primer lugar a las cooperativas y las empresas autogestionadas, que son las formas más difundidas de búsqueda y construcción explícita y consciente de modos alternativos de organización económica, y que se han desarrollado en el ámbito de la producción, de los servicios, de la distribución y el consumo, del ahorro y el financiamiento, de la vivienda, la comercialización, el ahorro y el crédito.
Agreguemos luego las "organizaciones económicas populares", formas asociativas surgidas más o menos espontáneamente en diversos contextos de marginación y pobreza, que han dado lugar a una gran variedad de grupos de personas y familias que enfrentan en común problemas de alimentación, vivienda, desocupación, salud, capacitación y otras carencias, sobre la base de la autoayuda y la ayuda mutua. Encontramos entre otras, las ollas comunes, los comedores populares, los ‘comprando juntos’, los centros de abastecimiento, los talleres laborales, los grupos de salud, de recreación alternativa, de educación comunitaria, etc.
Relacionado con estas organizaciones, podemos considerar también al menos una parte de la más amplia "economía popular", constituida a menudo de manera informal, por personas, familias y grupos que buscan su subsistencia y progreso organizando actividades productivas, comeciales y de servicios al margen de las empresas y del mercado oficial. Muchos de ellos a menudo alcanzan viabilidad y espacios de desarrollo organizándose en sindicatos (por ejemplo de trabajadores independientes, de vendedores ambulantes, de cartoneros, etc.), en asociaciones gremiales, en ferias libres que han conquistado espacios públicos para el ejercicio de sus actividades comerciales.
Asociado con este fenómeno social de dimensiones inmensas en cada país de América Latina, podemos considerar también una parte de la realidad conocida como microempresas o microemprendimientos. Una parte importante de ellas es de hecho economía popular fundada en el trabajo, tiene una base de organización familiar y vecinal, da lugar a procesos de integración de funciones económicas (por ejemplo, al comercializar en conjunto, al participar en cooperativas de ahorro y crédito, al constituir asociaciones gremiales que operan como instancias coordinadoras de actividades conjuntas), y en todo ello pone de manifiesto también importantes relaciones y valores de solidaridad y cooperación.
Por cierto, en el mundo campesino existe en toda la región latinoamericana una extendida realidad de economía fundada en el trabajo, la solidaridad y la cooperación. La llamada "economía campesina", con sus unidades de base familiar extendida, sus articulaciones a nivel territorial y comunal, sus tradicionales formas de reciprocidad para hacer frente a los requerimientos variables y temporales de fuerza de trabajo, tecnologías, medios de producción y financiamiento, son sin duda constituyentes de nuestra economía solidaria.
También despliegan formas asociativas y de reciprocidad en las relaciones económicas, varias otras actividades de producción tradicionales, como es el caso de la pesca artesanal y su organización en "caletas de pescadores", la minería de pequeña escala realizada por "pirquineros" y otros extractores asociados, y en muchas ocasiones la artesanía como actividad en que se especializan pueblos y villorrios que adquieren una identidad por su dedicación a un rubro determinado: cerámica, trabajo de cuero, tejido, tallado de madera, trabajo de la piedra, etc.
No podemos dejar de mencionar también numerosas comunidades de pueblos indígenas, integradas económicamente por una común adscripción y posesión de la tierra y otros factores de producción, por la utilización comunitaria del ‘saber hacer’ ancestral, y donde las relaciones de reciprocidad son habituales en la distribución, el consumo y la acumulación, dando lugar a formas de vida comunitarias altamente integradas.
De más reciente origen, se están desenvolviendo en numerosos pueblos, villorrios rurales, ciudades de provincia, comunas populares urbanas, campamentos, etc., un vasto conjunto de iniciativas que integran energías organizadas de la comunidad, en términos de procesos comnocidos como programas de desarrollo local.
Existen, además, en toda América Latina, múltiples experiencias asociativas orientadas por principios de participación y desarrollo de la comunidad, formadas por mujeres, jóvenes, ancianos, pobladores sin casa, campesinos sin tierra, etc., que llevando adelante procesos de reivindicación de derechos e intereses compartidos correspondientes a sus distintas identidades, dan lugar a organizaciones sociales que de un modo u otro integran recursos y realizan actividades económicas que benefician a la comunidad local y territorial.
Cabe mencionar también iniciativas asociativas y comunitarias que se distinguen por hacerse cargo de ciertas preocupaciones sociales que son enfrentadas mediante la organización de actividades económicas conjuntas, como es el caso de experiencias de comercialización comunitaria, de autoconstrucción de viviendas utilizando tecnologías y materiales alternativos, de cultivos biológicos o de agricultura orgánica, de tecnologías alternativas que implican la utilización de fuentes de energía no contaminantes, el reciclaje de recursos, etc.
Podemos decir que la preocupación ecológica y la protección del medio ambiente están originando una incipiente búsqueda de una economía ecológica, que encuentra en las formas económicas fundadas en la solidaridad y el trabajo su expresión más coherente y natural.
Debe considerarse, también, una parte al menos del vasto mundo de las ONGs, u organizaciones no-gubernamentales de servicio y/o de desarrollo, que se organizan de maneras autogestionadas conforme a diversas alternativas jurídicas, y que se distinguen como formas institucionales o empresas "sin fines de lucro", o con explícitos fines de beneficio social. Muchas de ellas operan como instancias de apoyo a las formas económicas mencionadas anteriormente, y juegan un importante papel como organizaciones de financiamiento que gestionan fondos rotatorios, de comercialización, de asesoría organizacional, apoyo a la gestión, asistencia técnica y capacitación; otras tienen fines específicos acotados a necesidades sociales determinadas, y buscan mejorar la calidad de vida de sus beneficiados. Cabe en este sentido considerar a las numerosas fundaciones, corporaciones, asociaciones profesionales, organizaciones de voluntariado, asociaciones culturales, etc. que canalizan recursos y servicios de varios tipos, incluidos los de estudio e investigación, que contribuyen de manera significativa a darle identidad y presencia social, política y cultural a las expresiones económicas surgidas de la llamada "sociedad civil".
Forman parte de la economía solidaria, también algunos movimientos económicos que derivan de opciones éticas y espirituales, creados y realizados por personas que quieren ser consecuentes con sus creencias religiosas, con sus valores humanos, con sus búsquedas éticas y espirituales. Podemos mencionar, entre otros, el movimiento de la ‘economía de comunión’, la economía budista, la economía hinduista, la economía civil, etc.
Y también, las organizaciones del llamado comercio justo, o comercio justo y solidario, que comercializan en los países más desarrollados una gama de productos originados por pequeños productores y comunidades en los países más pobres, eliminando intermediarios y favoreciendo el consumo de productos ecológicos y producidos en condiciones de trabajo digno. También el movimiento de las finanzas éticas, o bancos éticos, que captan recursos de personas que desean que sus ahorros se empleen exclusivamente en unidades económicas comprometidas con ciertos valores de justicia, sustentabilidad ambiental, asociatividad, etc., estando dispuestos a sacrificar en parte los intereses que podrían obtener si colocaran tales ahorros en el sistema financiero y especulativo capitalista.
Y los movimientos del consumo responsable, del buen consumo, y otros que se comprometen a preferir la compra y el consumo de bienes y servicios producidos en condiciones justas, no contaminantes, sustentables, respetuosos del medio ambiente, etc.
Han surgido también organizaciones que realizan trueque y reciprocidad, generando sistemas de monedas complementarias, monedas de circulación local, autoadministradas con criterios de cooperación y confianza recíproca.
Están también las muy numerosas experiencias de economía de redes, basadas en la reciprocidad y el intercambio de saberes, servicios y recursos. Numerosas redes informáticas, el movimiento del software libre comparte también el espíritu solidario y la gratuidad, que implica poner libremente a disposición de los usuarios programas computacionales y otros servicios informáticos, en cuyo desarrollo se da una consistente cooperación.
No podemos dejar de mencionar las variadas experiencias de voluntariado, el trabajo voluntario de estudiantes y jóvenes que se hacen cargo de problemas de comunidades pobres, desarrollando iniciativas de capacitación, de desarrollo local, de construcción de viviendas, etc.
Esta visión panorámica de la multiplicidad de organizaciones que podemos considerar integrantes actuales y potenciales de la economía de solidaridad, nos permite hacernos una idea de la vigencia, importancia, actualidad y potencialidades que han adquirido las búsquedas de una nueva economía.
¿Qué distingue a todas estas iniciativas, actividades y organizaciones económicas? Ante todo, y lo más importante, es que sus integrantes no tienen en su mente, cuando se organizan, cuando realizan las actividades, cuando toman decisiones, cuando se relacionan unos con otros, no tienen en su cabeza el interés individual, el afán de lucro, la búsqueda de maximización de la utilidad propia, sino que tienen en la mente, y se comportan y relacionan, con valores, de justicia, de solidaridad, de participación, de cooperación, de comunidad. No se comportan como el ‘homo oeconomicus’ ávido y maximizador de la propia utilidad, que está a la base del comportamiento capitalista.
Junto con afirmar que la ‘nueva economía’ ya existe y que es amplia y consistente, quiero decirles que también existe, y que se está desarrollando con gran vitalidad, una nueva teoría económica, una nueva ciencia de la economía, que es capaz de dar cuenta de estas racionalidades económicas solidarias, de potenciarlas, de proyectarlas hacia niveles cada vez superiores de logro y eficiencia.
En este sentido, sostengo que se ha superado la desconfianza y reticencia respecto del pensamiento propiamente económico, que caracterizó durante casi dos siglos a las búsquedas tradicionales de economías alternativas. Es cierto que el cooperativismo y todas las búsquedas de economías no-capitalistas, han estado históricamente acompañadas de pensamiento social. Pero hay que reconocer que esas elaboraciones intelectuales han tenido un carácter eminentemente ético, pero no económico. Son propuestas de valores, son propuestas que enuncian la necesidad de justicia en la economía, de lo comunitario, de lo social, de la cooperación.
Son propuestas que dieron lugar a dos tipos de elaboración intelectual, a dos estructuras de pensamiento distintas: o son doctrinarias, o bien ideológicas. Doctrinarias, como en el caso de la “doctrina cooperativa”, o de la enseñanza o “doctrina social cristiana”, que se fundamentan en valores, principios y normas. O ideológicas, que más que fundarse en una ética filosófica lo hacen en un pensamiento político o en determinados intereses que se quiere defender, promover y generalizar en la sociedad.
Incluso, las propias búsquedas de economías alternativas tendieron durante mucho tiempo a no pensarse como experiencias económicas, sino como organizaciones sociales. Una explicación de esto es que a lo largo de toda la época moderna, cuando pensamos en la economía pensamos en el capitalismo, pensamos que lo económico es algo ligado a intereses individuales, a la búsqueda del lucro y la ganancia, como si fuera algo ilegítimo. Como si hablar de economía implicara contaminarse del capitalismo, o participar en algo no coherente con los principios de una búsqueda idealista y ética.
Fíjense que el mismo concepto de organizaciones “sin fines de lucro”, o el de entidades “non-profit”, deja sin clarificar el objetivo económico racional de estas unidades económicas. Son expresiones que se usan para establecer que no hay motivaciones economicistas, que no se es capitalista; pero al decir non-profit o sin ánimo de ganancia, sin búsqueda de utilidades, se está negando algo que es de la esencia de la economía, más allá de la organización capitalita. Porque toda y cualquier economía busca generar beneficios, producir valor económico, y hacerlo con eficiencia, o sea con el mínimo de costos y sacrificios y con el máximo resultado posible.
Esta situación puede entenderse por el hecho que la ciencia de la economía se ha formulado en una perspectiva capitalista, y después se desplegó en una perspectiva socialista y de economía estatal, y ambas orientaciones de pensamiento económico han sido altamente críticas respecto al cooperativismo, el mutualismo, la autogestión y otras formas alternativas. Especialmente los socialistas y quienes proponen economías estatales y de planificación centralizada han sido extremadamente críticos, partiendo por el marxismo que tiende a ver capitalismo también en estas economías basadas en la cooperación y la solidaridad. Algunos la valoran en ciertos aspectos, pero nunca validándola como propuesta general, mientras que el pensamiento económico capitalista ha siempre dicho que esta economía es ineficiente porque no estimula la competencia ni el natural afán de lucro,
Entonces, defendiéndose de estas críticas, quienes buscan economías alternativas, careciendo de un propio pensamiento económico, se distanciaban de lo económico y no se pensaban a sí mismas como propuestas económicas. Este ha sido un tremendo vacío histórico-cultural, que les ha impedido fortalecerse, orientarse con eficiencia, asumir objetivos económicamente racionales.
Yo pienso que, avasallado por las teorías económicas neo-clásicas, por un lado, y por otro lado atemorizado por la crítica tan radical que se ha realizado desde cierta izquierda, que ha criticado no sólo el capitalismo sino a la economía misma, que ha cuestionado no sólo el capitalismo sino también el mercado, la empresa, las ganancias, el dinero, e incluso el concepto de eficiencia, las experiencias económicas solidarias se atrincheraron en una formulación ética, doctrinaria o ideológica, inhibiéndose de construir verdadero pensamiento económico.
Pero esto terminó ya, con el surgimiento del concepto de economía solidaria. En el mismo enunciado Economía Solidaria no solamente está la legitimación de lo económico sino también, y es lo más importante, el descubrimiento de una racionalidad económica especial, que es específicamente económica pero que no tiene nada de capitalista. El pensar las experiencias cooperativas, autogestionarias y de economía solidaria en general, como genuinas y auténticas iniciativas económicas, abre a un descubrimiento fundamental: que la economía es mucho más que lo que la economía capitalista y las teorías asociadas a ella reconocen como económico.
Porque en la disciplina económica convencional se reconoce como económico solamente a aquello que pasa por una valoración monetaria y que se transa en el mercado y que adquiere precios. Cuando hablamos de Economía Solidaria en conexión con las experiencias de esta economía solidaria que he mencionado, descubrimos que la economía es mucho más que eso, que hay un campo enorme de recursos, por ejemplo de factores productivos, que no tienen una valoración monetaria y que, sin embargo, contribuyen a la producción. Descubrimos que hay muchas necesidades que se satisfacen con bienes y servicios que es necesario producir, pero que no se accede a esos bienes y servicios o a la satisfacción de esas necesidades mediante el gasto, mediante el uso del dinero.
Descubrimos que la economía en el fondo es la reproducción de la vida, el gobierno de la casa, el organizar racionalmente las actividades para subsistir, para satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos, para progresar familiarmente, socialmente, para desarrollar todo tipo de proyectos de carácter cultural, social, político, espiritual incluso. Que la economía , igual que la política, es una dimensión presente en toda la vida, en toda actividad, en todo pensamiento, en toda acción.
No hay actividad humana que no tenga contenido económico, que no utilice recursos económicos, que no implique un uso económico del tiempo, que no implique satisfacción de necesidades, aspiraciones o deseos humanos, que no implique la utilización de recursos. Y lo económico es, en el fondo, organizar todo eso de manera más eficiente, de modo que los objetivos que las personas se propongan se alcancen en forma más plena. Y no significa necesariamente estar motivado por ambiciones egoístas, por intereses particulares, ni ponerse a competir con otros, porque se puede hacer economía, o sea vivir, reproducir la vida y ampliarla, cooperando con otros, compartiendo objetivos, distribuyendo solidariamente los beneficios, utilizando recursos que están disponibles para todos y que no necesariamente implican una apropiación privada individual que excluya a los demás.
Junto con descubrir que la economía es mucho más amplia de lo que normalmente entendemos por economía cuando la pensamos con las categorías que el capitalismo ha elaborado, descubrimos también que se puede hacer economía de distintas maneras, que hay racionalidades económicas muy distintas, que la racionalidad económica capitalista no es la racionalidad económica, sino que es una de las lógicas posibles, que hay otras que pueden ser aún más eficientes. Esto hace el concepto de Economía Solidaria: facilitar y permitir el desarrollo de un pensamiento económico propio sobre este tipo de empresas, sobre esta forma de interacción entre los sujetos, sobre los modos de consumo, sobre los recursos y factores productivos, sobre qué es y cómo opera el mercado, etc.
La expresión Economía Solidaria o Economía de Solidaridad convoca a esta elaboración de teoría y pensamiento económico, cuya ausencia ha dificultado el validarse como una alternativa económica eficiente, y resolver la contradicción que aparece entre el tener que guiarse en forma deductiva por elementos doctrinarios o normativos, y el tener que operar en la realidad económica donde todo pareciera implicar una posible contaminación.
De hecho, se ha ido construyendo un pensamiento económico nuevo, se ha ido desarrollando una teoría de la economía de solidaridad, que va más allá y es también una teoría comprensiva de la economía en general, puesto que comprende las diferentes lógicas operacionales y los distintos modos de alcanzar eficiencia económica, y que en particular enseña cómo tratar a los distintos factores y cómo operar en el mercado manteniendo coherencia con el hecho solidario, con lo esencial de lo mismos valores y principios tradicionales a los que no es necesario renunciar para alcanzar eficiencia.
Porque debemos decir, finalmente, que la teoría económica de la economía de solidaridad no sólo ha significado la comprensión rigurosa y científica de una racionalidad económica distinta a la capitalista, sino también ha fundamentado e iniciado una reformulación de la economía en general, llegando a elaborar una propuesta económica global basada en una nuevo pensamiento económico que hemos llamado “Teoría Económica Comprensiva”.
No tenemos tiempo para profundizar en esto; pero me interesa destacar que la economía de solidaridad responde también a esta necesidad profunda, de una nueva ciencia económica, que es una necesidad mucha más honda de todo lo que estoy expresando acá, y que tiene que ver con la situación en que se encuentra el pensamiento social y el conocimiento económico.
Una situación de crisis que nos plantea, también como necesidad urgente, acceder a una nueva estructura del conocimiento, a un nuevo paradigma cognitivo que supere la limitaciones del pensamiento y de las disciplinas positivistas que han enmarcado, hasta ahora, el pensamiento económico y social. Pero eso es un tema de mayor amplitud y densidad que no alcanzamos a profundizar aquí.
Pero no quiero terminar sin mencionar algunos conceptos claves de la economía, que son reformulados en esta nueva manera de concebirla y de practicarla. Por ejemplo, el concepto de mercado, que ya no es sóilo expresión de la competencia en que cada cual busca su propia utilidad, sino la expresión del hecho social fundamental, de que nos necesitamos unos a otros, y de que trabajamos unos para otros, porque no somos autosuficientes. El mercado se entiende, así, como la articulación y coordinación de decisiones económicas diversamente motivadas, y puede ser democrático o concentrado, competitivo o solidario.
El concepto de empresa, no necesariamente entendida como una inversión ca depitales que buscan su máxima rentabilidad, sino como emprendimiento cuyos protagonistas pueden ser los trabajadores que invierten su fuerza laboral, o comunidades que buscan una mejor calidad de vida. O tecnólogos que persiguen perfeccionar sus inventos e innovaciones, ampliando el campo de las aplicaciones de sus conocimientos y descubrimientos.
La comprensión de que los recursos y factores productivos no son solamente la tierra, el capital y el trabajo, sino también el que hemos llamado Factor C, esto es, la fuerza de la solidaridad, la energía que resulta de la unión de conciencias, voluntades y emociones tras objetivos compartidos. Energía poderosa que incrementa la eficiencia y la productividad de las personas y de las organizaciones que la despliegan.
La idea que los bienes y servicios y factores no se distribuyen y asignan solamente mediante relaciones de intercambio, sino también a través de formas de reciprocidad, de comensalidad, de cooperación, de donación.
La economía solidaria no rehuye sino que acepta el desafío de la eficiencia. Porque la eficiencia es un valor económico esencial, pero hay que redefinirla en términos de responsabilidad en el uso de los recursos,y de maximización de la felicidad humana y social que puede lograrse mediante los bienes y servicios producidos. Todo ello en el marco de una concepción de desarrollo humano sustentable social y ambientamente.
Termino señalando que, para que se desarrollara la nueva ciencia de la economía, que llamamos economía comprensiva, era necesario que la nueva economía, la economía solidaria, se desplegara en la práctica en toda su diversidad y riqueza, y que se abandonaran viejas ideologías que impedían asumir que estas eran realmente formas económicas genuinas.
Pero además, era necesario que se cumplieran algunas condiciones de posibilidad de esta nueva ciencia económica. Entre ellas:
a)   La profundización de la crisis del capitalismo, que por primera vez entra en una fase histórica en que sus capacidades de absorber recursos y población, son superadas por su capacidad de destruirlos y de expulsarlos.
b)   La crisis del marxismo y del comunismo, que había hecho creer que una nueva economía implicaba necesariamente la totalidad de un sistema, hegemonizado por el Estado.
c)   El despliegue real de la economía solidaria, sobre la cual realizar la teorización.
d)   Y, finalmente, la superación del paradigma epistemológico positivista, que no permitía la identificación de nuevas posibilidades, y que había excluido de los análisis científicos la subjetividad, la ética y los valores.
Luis Razeto

viernes, 25 de octubre de 2019

SE ACELERA LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN MODERNA. ¿SERÁ QUE PODEMOS ACELERAR LA CREACIÓN DE UNA NUEVA CIVILIZACIÓN?

Observo los acontecimientos que se están verificando en Chile, y también en otros países. Protestas masivas, multitudes que se manifiestan en las calles exigiendo derechos y beneficios sociales, también saqueos y vandalismo más o menos espontáneos, y acciones violentas de grupos organizados.
Los analizo desde mi convencimiento de que estamos frente al declinar de la civilización moderna, y en la perspectiva de la urgente necesidad de iniciar la creación de una nueva civilización. Trataré de resumir lo que observo y lo que pienso en estas muy complicadas situaciones.
Muchos dicen haber sido sorprendidos por la intensidad y persistencia de estos hechos, que no imaginaban que pudieran ocurrir con tanta fuerza. A mí, en verdad, no me han sorprendido y en cierto modo los he venido previendo. Los vengo anunciando y advirtiendo en mis estudios desde hace tiempo, y más recientemente los vengo representando en mis novelas sociológicas y de anticipación histórica: LA CIVILIZACIÓN MODERNA HA ENTRADO EN SU FASE DECLINANTE Y YA AGONIZA. Su final es inevitable, aunque no podemos saber los tiempos que durará su decadencia, que serán diferentes según los niveles de consistencia que esta civilización, y su crisis, hayan alcanzado en los distintos países. Pero es importante comprender lo que sucede, examinando los procesos que han conducido a ellos.
Lo primero que muere de una civilización es su pilar cultural, que incluye los valores, la ética, la ideología, la religión, la educación, la racionalidad, que la sustentan. Eso ya ocurrió, y precisamente por eso, la caída de esta civilización es inevitable.
Después viene la caída del pilar político. En el caso actual, de la llamada democracia, que es en realidad el régimen burocrático-representativo y de partidos políticos, que gobierna al Estado. Ya se aprecia que no es capaz de resolver los problemas y de asegurar gobernabilidad. Se está desmoronando rápidamente. Después vendrá, inevitablemente, la caída del sistema económico.
En este contexto la pregunta que surge inmediatamente es ¿qué hacer?
Mi respuesta es lo que vengo elaborando y exponiendo también desde hace años, y también representando en mis novelas de anticipación histórica: una economía de solidaridad y trabajo, una nueva estructura del conocimiento y de la proyectación, una renovación ética y espiritual, una nueva educación, una ecopolítica, o en síntesis, iniciar la creación de una nueva civilización, fundada en el conocimiento, la creatividad, la autonomía y la solidaridad.
Desglosando y precisando este análisis sobre la crisis de civilización que vivimos, paso a analizar con algún mayor detalle las tres dimensiones de esta crisis, o sea el desmororamiento de sus tres pilares.
LA CRISIS DEL PILAR CULTURAL.
Comienzo por la crisis del pilar cultural, que incluye los valores, la ética, las ideologías, la religión, la educación, la racionalidad, que sustentan la civilización moderna. Esta crisis se manifiesta en el descontento, la ansiedad, la desorientación, la rabia, la falta de fines claros y de sentido de la vida. Especialmente de los jóvenes, que experimentan más fuertemente la desorientación y la crisis de sentido, pero no sólo de ellos.
Las religiones han perdido la credibilidad y la confianza que generaban. Las familias no educan, y están ellas mismas en crisis. Las ideologías ya no orientan ni motivan a las masas. La educación no forma en valores ni virtudes, y sólo entrega conocimientos fragmentados. Los medios de comunicación alientan el descontento. La clase política es percibida como corrupta y tampoco proporciona una guía consecuente en torno a un proyecto que convenza y que convoque. La racionalidad de la economía imperante no es aceptada por las mayorías, incluso si se comportan conforme a sus orientaciones de consumismo y endeudamiento. No hay modelos ni referentes éticos, más allá de personajes de la farándula y del deporte.
Las personas están desorientadas, porque carecen de una ética exterior y normativa que las convenza, y también de una ética asumida concientemente por la que se auto-orienten y dirijan. La subjetividad prima sobre la racionalidad, y se vive según las cambiantes emociones que suscitan las situaciones inmediatas. Muchos caen en adicciones, especialmente por alcohol y drogas.
Todo esto, si bien no afecta a todas las personas y grupos sociales, se va extendiendo y generalizando como un clima cultural compartido. Cunde el descontento y la insatisfacción. Diría que hay una hipertrofia del criticismo. Se legitiman comportamientos que la ética convencional no aceptaría.
Cuando el pilar cultural, ético, ideal, racional y espiritual que sustenta una civilización se desvanece, si no surge una nueva cultura civilizatoria, se va cayendo en lo no-civilizado, que suele llamarse "barbarie".
LA CRISIS DEL PILAR POLÍTICO.
Lo primero es precisar qué es lo que está en crisis. En mi opinión, nada menos que el Estado, convencionalmente llamado democrático, pero que en términos más rigurosos de ciencia de la historia y de la política, es el Estado burocrático-representativo con régimen de partidos políticos.
Este Estado burocrático-representativo y el régimen de partidos políticos que lo gobierna, han perdido en grande y creciente medida la capacidad de cumplir los fines y funciones que le son atribuidos al Estado en la civilización moderna, a saber:
Uno, asegurar el orden social, controlar la delincuencia, administrar justicia, garantizar la propiedad y los contratos.
Dos, encausar y dar curso racional a las transformaciones y cambios que son demandados por las dinámicas ideológicas y culturales de la sociedad civil.
Tres, regular y ordenar la economía para que sirva al bien común.
Cuatro, proveer los medios que aseguren la satisfacción de las necesidades básicas de la población en salud, educación, previsión social, etc.
Y cinco, cumplir todo lo anterior sin afectar sino garantizando las libertades fundamentales de creencias y pensamiento, de expresión y comunicación, de asociación y organización social.
Es cierto que cumplir todo esto que se le pide al Estado es mucho, y que nunca lo ha podido lograr cabalmente. Pero el problema no es la imperfección con que lo realice, que es inevitable. La crisis del Estado consiste en que, desde hace algunas décadas, ha dejado de avanzar en la dirección de ampliar y profundizar el logro de estos fines, evidenciándose por el contrario una grave, progresiva y acelerada pérdida de su capacidad de cumplirlos.
Consecuencia de esto es el distanciamiento y rechazo del orden político por grupos crecientes de ciudadanos, la fragmentación de la sociedad, una conflictualidad acentuada, la protesta y la ingobernabilidad de las masas, la corrupción de las instituciones, el desprestigio de la clase política. Y el populismo que a fin de cuentas es la peor forma de cumplir las funciones indicadas, si no es directamente su negación.
Cabe observar que esta crisis del Estado y de los partidos (del pilar político de la civilización moderna), está vinculado y en gran parte causado, por la crisis del pilar ideológico, moral y cultural.
LA CRISIS DEL PILAR ECONÓMICO.
En la mayoría de los países del mundo la economía crece, anualmente, entre el 1 y el 4 % cada año. ¿Cómo puede afirmarse que el pilar económico de la civilización moderna (la producción, la circulación, el consumo y la acumulación capitalistas) está en una crisis que se está acentuando y que incluso corre el peligro de derrumbarse?
Lo primero que puedo afirmar al respecto, es que el crecimiento no es señal ni indicador de salud y fortaleza. Esto ya lo pudimos apreciar al examinar la crisis del Estado como pilar político de la civilización moderna. El Estado viene creciendo desde hace décadas: aumenta constantemente el tamaño de su burocracia; las instituciones que protegen el orden público, que administran justicia, que regulan la economía, que proveen servicios de educación, salud y previsión social, tienen cada vez más personal, y disponen de presupuestos que crecen anualmente más que el crecimiento de la producción; los impuestos aumentan constantemente, demostrando que el poder del Estado para imponerlos a las empresas, a los consumidores y a los ciudadanos no ha sufrido merma sino, al contrario, parece cada vez más fuerte. Pero el hecho es que no obstante crecer, los fines y las funciones que tiene el Estado los cumple de modo crecientemente insatisfactorio. El crecimiento no es señal de salud, sino exactamente al contrario: pone en evidencia su crisis, su incapacidad de resolver los problemas y de cumplir sus fines y funciones, no obstante contar con mayores y crecientes medios. El crecimiento puede ser indicador de enfermedad, como ocurre con muchos órganos de nuestro organismo cuando se hipertrofian.
Y así sucede con la economía: su crecimiento no es necesariamente indicador de un buen funcionamiento y del logro de sus fines. Los fines de la economía son proporcionar una apropiada satisfacción de las necesidades humanas; asegurar el bienestar de la población; generar integración y progreso social; garantizar que los logros alcanzados en bienestar y progreso puedan sostenerse en el mediano y largo plazo, lo que a su vez implica asegurar la disponibilidad futura de los recursos y factores productivos indispensables.
Como la población crece y las necesidades de cada individuo, familia y grupo social se expanden, no parece que puedan cumplirse y mantenerse esos fines sin que la economía crezca; pero el crecimiento de la producción y del consumo, por sí mismo, no asegura ninguno de esos objetivos. Entonces, aún existiendo crecimiento ¿cuáles son las causas y las manifestaciones de la crisis del pilar económico de la civilización moderna?
Respecto a la satisfacción de las necesidades humanas, el problema es que la actual economía capitalista, financiera y consumista exacerba las necesidades, las aspiraciones y los deseos de los consumidores, de suerte que no son posibles de satisfacer con la producción que la economía genera y con el dinero que la circulación financiera y la distribución de los ingresos proporciona a los consumidores. Necesidades, aspiraciones y deseos que hace algunos años eran exclusivos de un sector pudiente de la sociedad, se han generalizado, expandiéndose las expectativas, sin que el mercado provea los medios para satisfacerlas. Ello da lugar, obviamente, a una creciente insatisfacción, frustración, malestar e infelicidad. El incremento del crédito, si en una fase contribuyó a equilibrar las demandas de los consumidores con los medios de pago disponibles, ahora acentúa el desequilibrio con un sobre-endeudamiento que exige pagarse con un porcentaje creciente de los ingresos de las personas y familias.
En cuanto a la integración social que la economía debiera proporcionar, la evidente concentración de los ingresos y de la riqueza que produce la actual conformación del mercado, genera una desigualdad que es percibida como inequidad por toda la población que no forma parte de los reducidos grupos favorecidos.
Y en cuanto al objetivo de la sustentabilidad, es sabido que el uso excesivo de los recursos naturales y de las energías no renovables, con sus consecuentes daños al medio ambiente y a la ecología, que son propios del industrialismo y del consumismo y que se agudizan con el crecimiento económico, constituyen una amenaza evidente a la futura reproducción económica, con todos los efectos que ya comienzan a observarse.
Estos son los elementos que permiten afirmar que la economía capitalista, industrialista, consumista y también estatista, que sustenta a la civilización moderna, está experimentando una profunda crisis, que continuará acentuándose en los años próximos. En síntesis: esta economía, precisamente porque crece y nadie la detiene en la dirección en que corre, está enfrentada a su agotamiento y a su progresivo derrumbe.
Por cierto, esta crisis del pilar económico se conecta estrechamente con las crisis del pilar ideológico, moral y cultural, como también con la crisis del ordenamiento político, ya analizados.
Surge inevitable la pregunta por el futuro: ¿Cómo se manifestará la crisis de esta civilización en el futuro próximo? ¿Qué podemos esperar a nivel de nuestras sociedades, y cómo nos afectará en nuestra vida cotidiana?
EL FUTURO QUE SE AVECINA.
Es muy difícil prever el futuro, y para saber lo que podría suceder sólo contamos con el análisis de las tendencias en curso, cuya prolongación en el tiempo es previsible, y con el conocimiento de la historia de las civilizaciones anteriores, cuyas fases de decadencia de lo viejo y de creación de lo nuevo muestran algunas regularidades que podemos suponer que también en esta ocasión se manifestarán. A lo anterior, yo agrego un tercer elemento indispensable de considerar: la acción del espíritu humano, que es creador, libre y autónomo, solidario y fraterno, y que siempre actúa pero que lo hace con especial intensidad en los períodos difíciles, en las crisis, en las agonías.
Con base en el conocimiento de esos tres elementos, podemos afirmar que la crisis de la civilización moderna, afectada simultáneamente en sus pilares cultural, político y económico, no se podrá detener. La declinación continuará, en una agonía que podrá ser más lenta o acelerada, más o menos intensa y dolorosa.
Pero al mismo tiempo podemos esperar el comienzo de la creación de una nueva civilización, en las mismas tres dimensiones de la cultura, de la política y de la economía. Dicha creación podrá ser más lenta o rápida, más o menos fácil o trabajosa, pacífica o conflictiva, según las condiciones de cada lugar, según las iniciativas de los sujetos que la levanten. Y según la fuerza del espíritu humano creativo, autónomo y solidario.
Modificando la tan manida metáfora del vaso medio lleno o medio vacío, sostengo que veremos en el futuro un vaso casi lleno que se irá vaciando, y un vaso casi vacío que se irá llenando.
El vaciamiento de la civilización moderna comportará dos dinámicas simultáneas y recíprocamente condicionadas. Por un lado, el debilitamiento e inseguridad creciente de las actuales élites económicas, políticas y culturales, cuyas capacidades de organización y conducción continuarán decayendo; y por otro lado, un malestar creciente de las grandes multitudes subordinadas, que incrementarán sus protestas sociales, el irrespeto de las leyes y la insubordinación a los gobiernos, y que experimentarán una paulatina disgregación, desorientación y empobrecimiento. Las élites económicas y políticas podrán ofrecer a las multitudes descontentas, algo más de lo mismo que han ofrecido hasta ahora, que podría paliar levemente el descontento; pero no algo diferente, porque nadie da lo que no tiene. En Chile ¿una nueva Constitución? Sí, será necesaria. Siempre que no sea elaborada por esas mismas élites políticas que están en crisis, y que surja de procesos reflexivos, dialógicos y deliberativos en que todos los sectores participen y que requieren madurar en el tiempo.
Pues, en cuanto al surgimiento de una nueva civilización, conviene considerar lo que ha sucedido en los anteriores procesos históricos de implantación de una civilización nueva cuando la anterior se derrumba. La alternativas son, en grandes líneas:
POR LA RAZÓN Y EL ESPÍRITU, O POR LA FUERZA Y LA VIOLENCIA.
Hemos visto que el derrumbe de la actual civilización comenzó con el deterioro y decadencia del pilar cultural, moral y espiritual. La creación de una civilización nueva tendrá que comenzar desde ese mismo nivel intelectual, moral, cultural y espiritual, y a partir de allí podrán irse construyendo los nuevos pilares económico y político.
Pero la relación entre el nivel cultural, intelectual y espiritual, y los niveles político y económico, es compleja y requiere atenta consideración.
El historiador inglés Arnold Toynbee enseña que las nuevas civilizaciones surgen en respuesta a grandes problemas y desafíos naturales o sociales que la civilización existente no es capaz de resolver. Señala que en la formulación de las respuestas a esos problemas y desafíos y en la formación de las nuevas civilizaciones, han tenido siempre una importancia decisiva el desarrollo del conocimiento y los factores culturales, espirituales y religiosos. Y señala también que en el establecimiento de las civilizaciones, han jugado un papel importante la fuerza y la violencia política con que se imponen las nuevas soluciones y respuestas.
Es interesante observar la paradoja histórica: las fuerzas intelectuales, morales y espirituales portadoras de respuestas civilizatorias nuevas, muchas veces se han impuesto por la fuerza y la violencia. El resultado es, obviamente, que las civilizaciones así generadas se consolidan como sistemas de dominio, y las energías religiosas, espirituales y culturales resultan y terminan asociadas al poder dominante, y se contaminan y corrompen.
En mis novelas de Anticipación Histórica he representado la instauración de una Dictadura Constitucional Ecologista, global, fuertemente represiva de los individuos, de la política y de las empresas, que se genera a mediados del siglo XXI debido a la incapacidad de las democracias para enfrentar los desafíos del orden social, la construcción de una nueva economía, la recuperación del medio ambiente y del cambio climático. Abrigo la esperanza de que algo así no llegue a ocurrir, y que una nueva civilización llegue a establecerse mediante procesos civiles y democráticos. En esas mismas novelas represento el lento pero seguro surgimiento de una nueva civilización más justa y solidaria.
Por eso es importante comprender por qué las respuestas culturales, morales y espirituales pueden terminar imponiéndose por la fuerza y asociándose al poder; y qué se requiere para que se establezcan pacífica y armónicamente, por la fuerza de la razón y del espíritu.
La explicación de la imposición por la fuerza debe buscarse en el hecho de que, de la existencia de los problemas de la civilización en crisis, toman conciencia grandes multitudes; pero la elaboración de las respuestas necesarias es asunto muy complejo, y suele ser realizada sólo por una parte de la sociedad, por algunas clases o grupos menores, por élites intelectuales y políticas. Estas, ante el proceso de descomposición inevitable de la civilización anterior, urgidas por las circunstancias, convencidas de tener las soluciones, se organizan para imponerlas y luchan hasta que lo logran.
Lo digo de otro modo. Es muy evidente la crisis de la civilización moderna, y casi todos tomamos conciencia de que la humanidad debe enfrentar hoy problemas y desafíos gigantescos: económicos, sociales, ambientales, políticos. Pero la elaboración intelectual, cultural y espiritual de las respuestas a los desafíos es realizada por algunos grupos especialmente conscientes y lúcidos.
Pero no es la única posibilidad, y quiero creer que actualmente los medios de comunicación disponibles a nivel descentralizado, y las tecnologías que actualmente facilitan la toma de conciencia colectiva de los problemas y desafíos que enfrenta la humanidad, están igualmente en condiciones de socializar la participación de muchos en la elaboración y realización de las respuestas intelectuales, culturales, morales y espirituales necesarias para superarlos.
Creo que aún hay tiempo para avanzar por el camino de la persuasión y de la participación social en la elaboración intelectual y en la realización práctica de las respuestas nuevas, cuya difusión y expansión podrá acelerarse si las nuevas formas económicas, políticas y culturales de la nueva civilización demuestran que proporcionan una vida mejor y más feliz, y que generan formas de convivencia armoniosas, justas y solidarias.
Por eso, junto con expandir la conciencia de los problemas debemos elaborar cultural, intelectual y espiritualmente las respuestas y soluciones a ellos; y mediante actitudes y comportamientos coherentes, e iniciativas creativas, autónomas y solidarias, iniciar la creación de la nueva civilización, en la escala que nos vaya siendo posible, persistiendo en el esfuerzo de expandirla, enfrentando las dificultades que se presenten y superando los fracasos que puedan experimentarse.
Me viene a la mente una imagen muy hermosa pero también muy fuerte y exigente propuesta por Niko Kazantzakis. Frente a la pobreza, la injusticia y la opresión, el pueblo alza los brazos al cielo, los agita y clama. Protesta, demanda, propone, exige. Pero eso no resuelve los problemas. Es necesario, dice Kazantzakis, que esos brazos, de tanto agitarse, se conviertan en alas. Que aparezca, que emerja la fuerza moral y espiritual que tenemos dentro. Lo que tampoco es suficiente. Es necesario que con esas alas que nos hayamos dado, aprendamos a volar, con vuelo propio. Y agrega que, si dejamos de sacudir el aire con esos brazos y esas alas y no aprendemos a volar espiritualmente, esos brazos y alas se entumecen, se endurecen y se convierten en cadenas. Es lo que sucede cuando la protesta social y la energía moral y espiritual no se traducen en iniciativas creativas, autónomas y solidarias, permaneciendo ancladas en la crítica, la denuncia y la exigencia, o peor aún, si se traducen en violencia, en poder y en fuerza dominadora.
Luis Razeto