sábado, 18 de enero de 2020

LA LIBERTAD, LA DEMOCRACIA Y EL AUTORITARISMO ARRAIGADO QUE DEBEMOS SUPERAR


Muchos dicen que hay que impedir por medio de leyes el consumo de productos que dañan a los consumidores.
Pienso que eso es válido solamente para los niños, y que extender la prohibición a los adultos es tratarlos como niños, y promover que sigan actuando y viviendo como niños que no saben lo que quieren ni se responsabilizan de lo que hacen.
La conciencia y la libertad son lo que nos constituye como seres humanos. Todas las personas tenemos derecho a equivocarnos, y a aprender de los errores, asumir la responsabilidad de nuestras decisiones, y así crecer y desarrollarnos.
Distinto es el caso de lo que daña a terceros.
En este sentido, por ejemplo, no debiera prohibirse eL consumo privado de alcohol y estupefacientes; pero es lícito prohibir que conduzcan en estado de ebriedad y bajo el efecto de drogas.

Muchos dicen que el pueblo no sabe lo que quiere ni lo que le conviene, por lo que la democracia debe ser protegida mediante sistemas de representación partidaria, control burocrático y tecnocrático de los ciudadanos, poner límites a los independientes que pueden ser populistas, etc.
Pienso que esas formas de supuestamente proteger la democracia son anti-democráticas, y se basan en desconfiar de la conciencia y la voluntad de los ciudadanos, imponiéndoles un marco muy restringido de libertad política.
El pueblo, los ciudadanos, tenemos derecho a equivocarnos, y a aprender de los errores, y así crecer, desarrollarnos y asumir la responsabilidad de las decisiones que adoptamos. Esa es la esencia de la democracia.
Distinto es el caso de mayorías populares coyunturales que actuando como masas pueden llevar al caos económico y social, o al establecimiento de dictaduras.
En este sentido, lo que debe establecerse es la más amplia libertad de decisión de los ciudadanos, pero enmarcados en un marco constitucional legitimado democráticamente, que garantice la libertad y la igualdad ante la ley, e impida lo que atente al orden institucional democrático.

Luis Razeto