Escribo
estas líneas pensando en mis amigos que trabajan en la economía
solidaria y por una nueva y mejor civilización en Puerto Rico, y que
he observado por las redes sociales que han participado activamente y
con entusiasmo en las manifestaciones que provocaron la caída del
Gobernador.
Observados
desde lejos, los recientes sucesos de Puerto Rico me plantean muchos interrogantes.
1.
¿Cuáles son los aprendizajes que se estarían dando con la caída
del Gobernador de Puerto Rico Ricardo Roselló, bajo fuerte,
consistente y sostenida presión popular?
El
primer aprendizaje es de los ciudadanos. Ahora saben que
pueden derrocar a un gobernante, electo por ellos mismos, si no les
cumple o satisface en el desempeño de sus funciones de gobernante.
El
segundo aprendizaje es de los políticos y sus partidos. Ahora saben
que los ciudadanos los pueden derrocar, hacerlos renunciar no
obstante la seguridad que les ofrezcan las leyes e instituciones.
El
tercer aprendizaje es del gobierno y los legisladores de EE.UU. Ahora
saben que el Gobernador electo de su Estado Libre Asociado
puede ser derrocado por la presión popular.
El
cuarto aprendizaje es de los inversionistas internacionales y
nacionales, que ahora saben que la estabilidad del Gobierno es
menor a la que se creía hasta antes de este suceso.
2.
¿Cuál es el significado histórico de este acontecimiento?
En
primer lugar, destaca que se trata de un cambio muy profundo en las
relaciones entre la clase política y el Gobierno por un lado, y los
ciudadanos por el otro. Hay, en tal sentido, un notable
empoderamiento de los ciudadanos, y un significativo debilitamiento
de los políticos.
En
segundo lugar, es bastante obvio que estamos frente a un
debilitamiento del orden institucional establecido. Las instituciones
fueron sobrepasadas, y esto es un hecho que puede tener grandes
consecuencias, para bien o para mal.
Cabe
preguntarse el significado histórico más profundo, en términos de
civilización. Creo poder afirmar que estamos ante un episodio – un
episodio más – de la crisis del pilar político de la civilización
moderna, en la forma particular que ésta ha asumido en Puerto Rico.
Es, dicho de otro modo, una agudización y aceleración de la crisis,
de la agonía de la civilización moderna. En particular, es clara la
desafección e incluso el rechazo ciudadano respecto del sistema de
partidos y al modo de representación política que caracterizan al
Estado y al Gobierno propios de esta civilización.
No
me parece que sea, por sí mismo, un episodio que constituya un
inicio, un embrión de una nueva civilización. Porque, al final de
cuentas, el modo de la acción que derivó en la caída del
Gobernador, fue uno que corresponde a la política y vida social de
ésta civilización: una acción de fuerza social, un movimiento de
masas, una acción masiva que, de por sí, no constituye una efectiva
novedad (aunque pueda parecerlo a sus protagonistas, dada la
intensidad que adquirió esta “lucha de masas”).
3.
Interrogantes que surgen a partir de estos aprendizajes y de este
significado histórico.
¿Qué
harán, sobre la base de lo aprendido, los ciudadanos de Puerto Rico?
¿Qué
harán los políticos y los partidos de Puerto Rico?
¿Qué
harán el gobierno y los legisladores de EE.UU?
¿Qué
harán los inversionistas internacionales y nacionales?
De
lo que cada uno de estos actores haga, depende si lo sucedido
derivará en una acentuación de la crisis y agonía de la
civilización moderna; o en su continuidad sin mayores consecuencias,
o en el inicio de la transición a una nueva civilización.
Por
de pronto, lo más probable es que los inversionistas internacionales
y nacionales esperen el curso de los hechos durante las próximas
semanas y meses antes de realizar inversiones o desinversiones en
Puerto Rico.
En cuanto a los partidos y personajes políticos, lo más probable es que en lo sucesivo cuiden mucho más su imagen pública, y estén más atentos a todo lo que la pueda dañar. Y poco más que eso, porque, como decía Aristóteles, el actuar sigue al ser, y el modo de actuar, es el que corresponde al modo de ser.
Lo
que hagan el Gobierno y los legisladores de EE.UU. dependerá de
cuánto interés tengan en Puerto Rico y en la continuidad o el
cambio de su estatus institucional.
¿Y
los ciudadanos? Seguramente habrá diferentes cursos de acción, y
también retorno a la pasividad. Pero como no conozco suficientemente
sus realidades, no me atrevo a ir más allá de esperar que los
ciudadanos de Puerto Rico utilicen sus renovadas fuerzas para
desarrollar conocimiento, creatividad, autonomía y solidaridad, que
son las bases de la construcción de una mejor sociedad, en camino
hacia una nueva civilización.
Luis Razeto