jueves, 25 de julio de 2019

SOBRE LA CAÍDA DEL GOBERNADOR ROSELLÓ EN PUERTO RICO

Escribo estas líneas pensando en mis amigos que trabajan en la economía solidaria y por una nueva y mejor civilización en Puerto Rico, y que he observado por las redes sociales que han participado activamente y con entusiasmo en las manifestaciones que provocaron la caída del Gobernador.
Observados desde lejos, los recientes sucesos de Puerto Rico me plantean muchos interrogantes.

1. ¿Cuáles son los aprendizajes que se estarían dando con la caída del Gobernador de Puerto Rico Ricardo Roselló, bajo fuerte, consistente y sostenida presión popular?

El primer aprendizaje es de los ciudadanos. Ahora saben que pueden derrocar a un gobernante, electo por ellos mismos, si no les cumple o satisface en el desempeño de sus funciones de gobernante.

El segundo aprendizaje es de los políticos y sus partidos. Ahora saben que los ciudadanos los pueden derrocar, hacerlos renunciar no obstante la seguridad que les ofrezcan las leyes e instituciones.

El tercer aprendizaje es del gobierno y los legisladores de EE.UU. Ahora saben que el Gobernador electo de su Estado Libre Asociado puede ser derrocado por la presión popular.

El cuarto aprendizaje es de los inversionistas internacionales y nacionales, que ahora saben que la estabilidad del Gobierno es menor a la que se creía hasta antes de este suceso.

2. ¿Cuál es el significado histórico de este acontecimiento?

En primer lugar, destaca que se trata de un cambio muy profundo en las relaciones entre la clase política y el Gobierno por un lado, y los ciudadanos por el otro. Hay, en tal sentido, un notable empoderamiento de los ciudadanos, y un significativo debilitamiento de los políticos.

En segundo lugar, es bastante obvio que estamos frente a un debilitamiento del orden institucional establecido. Las instituciones fueron sobrepasadas, y esto es un hecho que puede tener grandes consecuencias, para bien o para mal.

Cabe preguntarse el significado histórico más profundo, en términos de civilización. Creo poder afirmar que estamos ante un episodio – un episodio más – de la crisis del pilar político de la civilización moderna, en la forma particular que ésta ha asumido en Puerto Rico. Es, dicho de otro modo, una agudización y aceleración de la crisis, de la agonía de la civilización moderna. En particular, es clara la desafección e incluso el rechazo ciudadano respecto del sistema de partidos y al modo de representación política que caracterizan al Estado y al Gobierno propios de esta civilización.

No me parece que sea, por sí mismo, un episodio que constituya un inicio, un embrión de una nueva civilización. Porque, al final de cuentas, el modo de la acción que derivó en la caída del Gobernador, fue uno que corresponde a la política y vida social de ésta civilización: una acción de fuerza social, un movimiento de masas, una acción masiva que, de por sí, no constituye una efectiva novedad (aunque pueda parecerlo a sus protagonistas, dada la intensidad que adquirió esta “lucha de masas”).

3. Interrogantes que surgen a partir de estos aprendizajes y de este significado histórico.

¿Qué harán, sobre la base de lo aprendido, los ciudadanos de Puerto Rico?
¿Qué harán los políticos y los partidos de Puerto Rico?
¿Qué harán el gobierno y los legisladores de EE.UU?
¿Qué harán los inversionistas internacionales y nacionales?

De lo que cada uno de estos actores haga, depende si lo sucedido derivará en una acentuación de la crisis y agonía de la civilización moderna; o en su continuidad sin mayores consecuencias, o en el inicio de la transición a una nueva civilización.

Por de pronto, lo más probable es que los inversionistas internacionales y nacionales esperen el curso de los hechos durante las próximas semanas y meses antes de realizar inversiones o desinversiones en Puerto Rico.

En cuanto a los partidos y personajes políticos, lo más probable es que en lo sucesivo cuiden mucho más su imagen pública, y estén más atentos a todo lo que la pueda dañar. Y poco más que eso, porque, como decía Aristóteles, el actuar sigue al ser, y el modo de actuar, es el que corresponde al modo de ser.

Lo que hagan el Gobierno y los legisladores de EE.UU. dependerá de cuánto interés tengan en Puerto Rico y en la continuidad o el cambio de su estatus institucional.

¿Y los ciudadanos? Seguramente habrá diferentes cursos de acción, y también retorno a la pasividad. Pero como no conozco suficientemente sus realidades, no me atrevo a ir más allá de esperar que los ciudadanos de Puerto Rico utilicen sus renovadas fuerzas para desarrollar conocimiento, creatividad, autonomía y solidaridad, que son las bases de la construcción de una mejor sociedad, en camino hacia una nueva civilización.

Luis Razeto