REALIZAR
UN TRABAJO INTELECTUAL CREATIVO ENTRE DOS (Segunda parte).
Quienes
leyeron en este blog el escrito “Trabajar en público como los
maestros del Renacimiento” y la primera parte de este escrito, ya
conocen quién es Pasquale Misuraca, cómo nos conocimos y qué
libros escribimos juntos. Les contaré ahora cómo es que llegamos a
realizar un trabajo intelectual creativo “a dúo”.
Lo
primero que debo decir es que, más allá de las diferencias de
experiencias y formación a las que me referí en la primera parte,
compartíamos dos cosas esenciales: el deseo de participar y
contribuir a una transformación profunda de la sociedad en base a
los valores de la justicia, la libertad y la solidaridad; y la
percepción de que los movimientos (partidos políticos, comunidades
religiosas y otros grupos, como el cooperativismo) que se proponían
protagonizar esos cambios, no sabían cómo hacerlo con realismo y
eficacia. O sea, fácilmente estuvimos de acuerdo en que era
necesario y urgente re-pensar tanto la visión de la realidad
(el diagnóstico, como se acostumbra decir empleando un lenguaje
metafórico que me parece inapropiado), como las formas de acción y
de organización necesarias para lograrlo (las vías, estrategias y
procesos requeridos).
Esas
convicciones compartidas nos generaban, a cada uno con base en las
propias experiencias, una actitud intelectual de búsqueda, abierta,
desprejuiciada, consciente de que era necesario cuestionar las ideas
existentes al respecto.
¿Por
dónde empezar? Obviamente, no era el caso de partir de cero, como si
nada de lo anteriormente conocido y escrito sirviera. Se nos ocurrió
“partir de Antonio Gramsci”, del que ambos conocíamos algo de su
pensamiento. Se daba la circunstancia singular de que recién habían
aparecido los Cuadernos de la Cárcel por primera vez en su
versión original y completa, en cuatro grandes volúmenes. Decidimos
estudiarlos y conversar sobre nuestras respectivas lecturas y
descubrimientos.
Nos
dimos cuenta a poco andar (o sea, de leer y conversar), de que
Gramsci en la cárcel, con una actitud de apertura y libertad
intelectual como la nuestra, había cuestionado profundamente el
marxismo - tanto el materialismo dialéctico como el materislismo
histórico -, que había profesado y aplicado en su condición de
secretario general del Partido Comunista Italiano. Él mismo había
experimentado la derrota del movimiento político que encabezaba en
Italia, y se mostraba consciente de que las expectativas de una
sociedad justa y libre no se estaban cumpliendo en Rusia bajo el
régimen comunista y la dictadura del proletariado preconizada por
Marx, Lenin y Stalin. Y no nos fue difícil descubrir que Gramsci
percibía que tanto el fracaso en Europa como la distorsión del
proyecto en Rusia, no se debían a alguna errónea interpretación
del marxismo-leninismo, sino a errores fundamentales de esa
concepción del mundo y de esa metodología de análisis de la
realidad. ¡Gramsci había abandonado el marxismo! Y junto con el
marxismo, había criticado las sociologías y el pensamiento político
de su tiempo. ¡Se había puesto a re-pensarlo todo! y lo había
dicho textualente.
Así
descubrimos que aquél Gramsci que conocíamos, y que conocían los
intelectuales contemporáneos nuestros, no era el verdadero Gramsci.
Los textos conocidos de Gramsci publicados por el Partido Comunista
Italiano, habían distorsionado el verdadero pensamiento de Gramsci,
su búsqueda teórica y política. Se los había mutilado, censurado,
y desordenado de modo tal que sus críticas al marxismo quedaban
ocultadas. Dicho de otro modo, se conocían sólo los escritos
“inofensivos” de Gramsci.
Iniciamos,
en consecuencia, un estudio filológico, prolijo y muy atento, de los
Cuadernos de Gramsci recién publicados. Partir de un texto
constituía una base de trabajo “entre dos” para el cual era
suficiente la actitud intelectual que compartíamos. Pues un texto es
algo objetivo, que está ahí, fijo, esperando ser entendido y
analizado. Facilitaba la tarea el hecho de que los escritos de
Gramsci son muy claros en lo que quieren expresar y rigurosos en el
lenguaje empleado. Encontrar el sentido exacto de los escritos era el
método que seguimos en nuestro estudio, lo que implicaba analizar
con cuidado las palabras, comprender su contexto, y estudiar también
a los autores a los que hacía referencia.
(En
la fotografía, tomada por Alexandra Zambá la esposa de Pasquale, en
su casa en Enero de 2011, Pasquale y yo trabajando).
Así,
fuimos poniendo por escrito, conversando también cada párrafo, cada
frase, cada palabra de nuestro propio escrito, al que aplicábamos la
misma actitud filológica con que leíamos a Gramsci.
Respecto
al texto que fuimos componiendo, reproduzco y traduzco el testimonio
que hace Pasquale Misuraca en su comentario a la Primera Parte de
este escrito en mi Blog El Trabajo Intelectual Creativo: “Es
verdad, ha sido y es, trabajar entre dos creativamente, una
experiencia no ordinaria. Lo testimonio con una anécdota relativa al
primer libro que escribimos juntos, publicado en su primera edición
el año 1978. Cada vez que discutíamos con otros intelectuales
nuestro trabajo inicial, el primer libro de ciencia de la historia y
de la política, nos planteaban la pregunta: ¿qué capítulos
escribió uno y cuáles el otro? No podían imaginar, comprender, que
escribimos todo el libro juntos, palabra tras palabra, capítulo tras
capítulo, siendo el libro – ese primero igual que los libros y
ensayos que le siguieron – la transcripción cotidiana de una
investigación, realizada durante el curso de su elaboración. No nos
dividíamos los capítulos y no realizábamos ninguna concesión en
la construcción del texto. Partíamos, discutíamos, y en la
discusión, nuestros singulares puntos de vista iniciales eran
absorbidos y superados por nuevas ideas superiores a las ideas de
partida. En fin, se podría decir con las palabras de Montaigne, que
no éramos tanto nosotros que escribíamos el libro, sino que era el
libro el que nos escribía a nosotros.”
Con
base en esta experiencia me permito aconsejar a quienes quieran o
deban (solicitados por alguna exigencia académica) trabajar “entre
dos”, partir de un texto (de alto nivel) y trabajar filológicamente
sobre él hasta llegar a compartir el sentido y significado de cada
párrafo, afirmación y palabra.
Con
Pasquale hemos realizado, después, varias obras que no son fruto del
mismo procedimiento filológico. Pero siempre hemos dialogado sobre
cada párrafo, frase y palabra hasta alcanzar un texto que nos
satisfaga a ambos. Una actitud, un método, que aprendimos
(inventamos) en aquéllos trabajos “a partir de Gramsci”.
Reflexionando
sobre esto, mi conclusión es que cada persona, cada individuo, cada
mente y conciencia, es una unidad en sí, subjetiva, toda interior, y
en consecuencia separada de toda otra conciencia, mente e individuo.
Ello hace imposible conocer exactamente lo que ocurra en la mente y
conciencia de una persona distinta a uno. Pero es posible alcanzar, a
nivel intelectual y racional, un muy elevado nivel de unidad de
pensamiento. Porque, como he explicado analíticamente en mi libro
“En búsqueda del ser y de la verdad perdidos”, la conciencia es
individual, pero la razón, inscrita en cada conciencia, es
universal.
Luis
Razeto