La
biología evolutiva busca y avanza en la explicación del origen del
cerebro humano, cuyas características especiales de tamaño
(coeficiente de enfalización), gasto energético (tasa metabólica
basal), y estructura neo-cortical, hacen del cerebro humano la base
orgánica que posibilita la inteligencia racional y la conciencia
auto-consciente. Pero el cerebro, como organismo biológico, no se
identifica con la inteligencia racional ni con la conciencia
auto-consciente. En tal sentido, parece necesario hacer una
distinción entre el cerebro y la mente, entendiendo que esta última
se sustenta en la primera, de la cual es producto y resultado.
Esta
distinción nos lleva a plantearnos las preguntas sobre el origen de
la inteligencia racional, y sobre el origen de la conciencia moral,
como interrogantes diferentes a la cuestión del origen del cerebro
humano que estudia la biología evolutiva.
Todo
parece indicar que la mente humana ha experimentado su propia
formación, evolución y desarrollo, a lo largo de los 150.000 años
de existencia de la especie humana. Pero resulta prácticamente
imposible determinar cuál haya sido el primer acto o manifestación
de la inteligencia racional en un ser humano, y lo mismo puede
decirse respecto de la conciencia moral. Podemos, sin embargo,
formular hipótesis razonables al respecto.
Respecto
de la inteligencia, se ha hipotetizado que ella surgió por la
necesidad de organizar grupalmente diversas actividades necesarias
para la sobrevivencia, especialmente en relación a la caza de
animales y a la alimentación. Se habría dado lugar de ese modo a la
formación del habla y del lenguaje, en orden a coordinar acciones e
instrumentos para el logro de objetivos indispensables para
sobrevivir. Con la formación de las palabras, que identifican
objetos (sustantivos), acciones (verbos) y cualidades (adjetivos), el
hombre se hizo capaz de hacer inducciones y deducciones, y de
elaborar razonamientos.
Ahora
bien, la formación del intelecto no lleva implícita la conciencia
moral, que consiste en el juicio que se emite sobre la bondad o
maldad de las decisiones y acciones cumplidas. La conciencia moral
supone tomar distancia subjetiva respecto de la acción propia y
ajena, y emitir un juicio respecto si lo realizado (en orden a
asegurar la sobrevivencia, o a cualquier otro objetivo) sea
éticamente bueno o malo. En tal sentido los animales inferiores, en
cuanto guiados por el instinto en sus actividades tendientes a
asegurar la sobrevivencia, carecen de conciencia moral.
Surge
entonces como interrogante que necesita respuesta ¿cómo surgió la
conciencia moral en la especie humana?
Podemos
hipotetizar que ella se haya formado muy temprano, en las primeras
etapas del desarrollo de la mente, posiblemente en los primeros
individuos y grupos de la especie humana, aunque después de la
formación de la inteligencia racional.
Si
entendemos el delito (o pecado) como la transgresión de una norma o
ley moral establecida, la conciencia moral que juzga el delito (o el
pecado) supone el conocimiento de la norma, y éste conocimiento
supone la elaboración social de la norma misma. Sin embargo, cabe
pensar que la necesidad de la formulación de la norma se presentó
ante alguna circunstancia o acción que la hizo necesaria, o al menos
importante, para la sobrevivencia del grupo.
Los
animales no racionales matan, copulan, pelean, se dominan unos a
otros, guiados por la “ley natural” de la vida, y en tales
acciones por violentas y crueles que sean, no se establece el juicio
moral. En los humanos, animales como los otros, debe haber sucedido
lo mismo … hasta que ocurrió algún hecho terrible que hizo
emerger en ellos la conciencia moral.
Me
atrevo a hipotetizar que se trató de un acto de violación grupal,
en manada, de una niña inocente, a la que hicieron sufrir hasta que
murió frente a ellos, sin atender sus llantos y súplicas. Un hecho
de tal violencia y crueldad, podría haber despertado en esos hombres
primitivos, la conciencia de que realizaron una acción miserable,
vergonzosa, que no debían repetir.
Esta
explicación del surgimiento de la conciencia moral guarda alguna
relación con el mito bíblico del pecado original. Según C.G. Jung,
los mitos constituyen arquetipos arraigados en el inconsciente
colectivo de la humanidad, que tienen un valor cognitivo de carácter
simbólico. Desde tal perspectiva, podemos pensar que el mito bíblico
del pecado original, según el cual la especie humana se separó de
la vida natural “en el jardín del paraíso”, donde cada especie
actuaba en función de su naturaleza “que era buena”. Allí los
primeros humanos comenzaron a tener conciencia (esto es, haber comido
del “árbol de la ciencia del bien y del mal”), cuando cometieron
un acto que los avergonzó profundamente.
El mito sugiere que ese
primer pecado que los llevó a tomar conciencia moral y a sentirse
expulsados del paraíso natural, consistió en un evento horrible
relacionado con la sexualidad. En efecto, se lee en el Génesis que
los primeros humanos, después de haber cometido el pecado, se
avergonzaron de su desnudez y comenzaron a cubrir sus órganos
sexuales. Se dice, además, a modo de parcial justificación machista, que la tentadora del pecado fue la mujer, que a su vez se dejó tentar por la serpiente.
Ese "pecado original" no puede haber sido, obviamente, la relación sexual natural que es propia de toda especie animal y que es esencial para la reproducción y la sobrevivencia. Debe haberse tratado de alguna forma brutal de sexualidad que llevó a los primeros humanos a tomar conciencia de haber realizado algo terriblemente malo, que era necesario prohibir moralmente, y prevenir cubriendo los órganos sexuales. Así podría haber surgido la “ley moral”, levantada por sobre la ley de la naturaleza.
Ese "pecado original" no puede haber sido, obviamente, la relación sexual natural que es propia de toda especie animal y que es esencial para la reproducción y la sobrevivencia. Debe haberse tratado de alguna forma brutal de sexualidad que llevó a los primeros humanos a tomar conciencia de haber realizado algo terriblemente malo, que era necesario prohibir moralmente, y prevenir cubriendo los órganos sexuales. Así podría haber surgido la “ley moral”, levantada por sobre la ley de la naturaleza.
Luis
Razeto