sábado, 8 de junio de 2019

HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN DE LA CONCIENCIA MORAL: EL PECADO ORIGINAL


La biología evolutiva busca y avanza en la explicación del origen del cerebro humano, cuyas características especiales de tamaño (coeficiente de enfalización), gasto energético (tasa metabólica basal), y estructura neo-cortical, hacen del cerebro humano la base orgánica que posibilita la inteligencia racional y la conciencia auto-consciente. Pero el cerebro, como organismo biológico, no se identifica con la inteligencia racional ni con la conciencia auto-consciente. En tal sentido, parece necesario hacer una distinción entre el cerebro y la mente, entendiendo que esta última se sustenta en la primera, de la cual es producto y resultado.

Esta distinción nos lleva a plantearnos las preguntas sobre el origen de la inteligencia racional, y sobre el origen de la conciencia moral, como interrogantes diferentes a la cuestión del origen del cerebro humano que estudia la biología evolutiva.

Todo parece indicar que la mente humana ha experimentado su propia formación, evolución y desarrollo, a lo largo de los 150.000 años de existencia de la especie humana. Pero resulta prácticamente imposible determinar cuál haya sido el primer acto o manifestación de la inteligencia racional en un ser humano, y lo mismo puede decirse respecto de la conciencia moral. Podemos, sin embargo, formular hipótesis razonables al respecto.

Respecto de la inteligencia, se ha hipotetizado que ella surgió por la necesidad de organizar grupalmente diversas actividades necesarias para la sobrevivencia, especialmente en relación a la caza de animales y a la alimentación. Se habría dado lugar de ese modo a la formación del habla y del lenguaje, en orden a coordinar acciones e instrumentos para el logro de objetivos indispensables para sobrevivir. Con la formación de las palabras, que identifican objetos (sustantivos), acciones (verbos) y cualidades (adjetivos), el hombre se hizo capaz de hacer inducciones y deducciones, y de elaborar razonamientos.

Ahora bien, la formación del intelecto no lleva implícita la conciencia moral, que consiste en el juicio que se emite sobre la bondad o maldad de las decisiones y acciones cumplidas. La conciencia moral supone tomar distancia subjetiva respecto de la acción propia y ajena, y emitir un juicio respecto si lo realizado (en orden a asegurar la sobrevivencia, o a cualquier otro objetivo) sea éticamente bueno o malo. En tal sentido los animales inferiores, en cuanto guiados por el instinto en sus actividades tendientes a asegurar la sobrevivencia, carecen de conciencia moral.

Surge entonces como interrogante que necesita respuesta ¿cómo surgió la conciencia moral en la especie humana?

Podemos hipotetizar que ella se haya formado muy temprano, en las primeras etapas del desarrollo de la mente, posiblemente en los primeros individuos y grupos de la especie humana, aunque después de la formación de la inteligencia racional.

Si entendemos el delito (o pecado) como la transgresión de una norma o ley moral establecida, la conciencia moral que juzga el delito (o el pecado) supone el conocimiento de la norma, y éste conocimiento supone la elaboración social de la norma misma. Sin embargo, cabe pensar que la necesidad de la formulación de la norma se presentó ante alguna circunstancia o acción que la hizo necesaria, o al menos importante, para la sobrevivencia del grupo.

Los animales no racionales matan, copulan, pelean, se dominan unos a otros, guiados por la “ley natural” de la vida, y en tales acciones por violentas y crueles que sean, no se establece el juicio moral. En los humanos, animales como los otros, debe haber sucedido lo mismo … hasta que ocurrió algún hecho terrible que hizo emerger en ellos la conciencia moral.

Me atrevo a hipotetizar que se trató de un acto de violación grupal, en manada, de una niña inocente, a la que hicieron sufrir hasta que murió frente a ellos, sin atender sus llantos y súplicas. Un hecho de tal violencia y crueldad, podría haber despertado en esos hombres primitivos, la conciencia de que realizaron una acción miserable, vergonzosa, que no debían repetir.

Esta explicación del surgimiento de la conciencia moral guarda alguna relación con el mito bíblico del pecado original. Según C.G. Jung, los mitos constituyen arquetipos arraigados en el inconsciente colectivo de la humanidad, que tienen un valor cognitivo de carácter simbólico. Desde tal perspectiva, podemos pensar que el mito bíblico del pecado original, según el cual la especie humana se separó de la vida natural “en el jardín del paraíso”, donde cada especie actuaba en función de su naturaleza “que era buena”. Allí los primeros humanos comenzaron a tener conciencia (esto es, haber comido del “árbol de la ciencia del bien y del mal”), cuando cometieron un acto que los avergonzó profundamente. 

El mito sugiere que ese primer pecado que los llevó a tomar conciencia moral y a sentirse expulsados del paraíso natural, consistió en un evento horrible relacionado con la sexualidad. En efecto, se lee en el Génesis que los primeros humanos, después de haber cometido el pecado, se avergonzaron de su desnudez y comenzaron a cubrir sus órganos sexuales. Se dice, además, a modo de parcial justificación machista, que la tentadora del pecado fue la mujer, que a su vez se dejó tentar por la serpiente. 

Ese "pecado original" no puede haber sido, obviamente, la relación sexual natural que es propia de toda especie animal y que es esencial para la reproducción y la sobrevivencia. Debe haberse tratado de alguna forma brutal de sexualidad que llevó a los primeros humanos a tomar conciencia de haber realizado algo terriblemente malo, que era necesario prohibir moralmente, y prevenir cubriendo los órganos sexuales. Así podría haber surgido la “ley moral”, levantada por sobre la ley de la naturaleza.

Luis Razeto