Escapando
de los conflictos internos de los países, de los desastres
naturales, de la pobreza, de la delincuencia, de las guerras y de los malos gobiernos, multitudes de
personas emigran de sus países y recorren el mundo buscando refugio
y/o mejores condiciones de vida en otros lugares.
Salir
del propio país en busca de otros lugares donde asentarse es siempre
doloroso, porque si bien los humanos tenemos pies y no estamos
anclados en un lugar, también tenemos raíces culturales, familiares
y sociales que nos vinculan al lugar donde nos criamos y vivimos, que
es parte de nosotros mismos y que amamos. Por eso las personas toman
las decisiones de emigrar solamente cuando son afectados muy de cerca
por esos problemas, o temen que lo serán muy pronto.
Migraciones
ha habido siempre, y por las mismas razones. Pero en los últimos
años han aumentado enormemente, y todo indica que seguirán
aumentando. Ello ocurre por dos razones fundamentales:
1.
Los problemas que causas las migraciones aumentan. Desastres
naturales, guerras y conflictos internos, pobreza y malos gobiernos,
se están multiplicando.
2.
Las ‘raíces’ culturales, familiares y sociales que nos vinculan
a un lugar se están debilitando. La globalización de la cultura,
guiada por los grandes medios de comunicación, procede desconociendo
y desvalorizando las culturas, tradiciones y valores locales y
nacionales. Las familias están en crisis, sometidas a
transformaciones profundas derivadas del naturalismo cultural. Las
sociedades pierden unidad e integración por efecto de las
desigualdades extremas que han incubado.
Todo
ello, y el aumento de las migraciones que producen, son signos
evidentes de lo que venimos diciendo desde hace años: que estamos
viviendo una profunda y extendida crisis de civilización, la
civilización del capitalismo en lo económico, del estatismo en lo
político, del naturalismo en lo cultural. Y que es necesario y
urgente iniciar la creación de una civilización mejor a la actual
que decae a ojos vista.
Pero
podemos también pensar que el aumento de las migraciones crea
condiciones que facilitan la creación de una nueva y mejor
civilización. En efecto las migraciones:
1.
Favorecen la comunicación entre culturas diversas, enriqueciendo las
que en cada lugar estén cristalizadas y/o se estén agotando, y son
siempre ocasión de aprendizajes nuevos.
2.
Implican necesariamente cierta redistribución progresiva de la
riqueza, pues los países más ricos deben integrar a quienes
provienen de los más empobrecidos. Y los propios migrantes suelen
ser especialmente esforzados, creativos, autónomos y solidarios en
la construcción de sus nuevos hogares.
3.
Obligan a todos a pensar, sentir y actuar en términos más
universales, lo que va en la línea de la superación de los
nacionalismo y estatismos. Pero, claro, esto no ocurre de modo
espontáneo, requiriendo que en aquellos lugares donde llegan las
multitudes migrantes se generen dinámicas solidarias, abiertas a
aprender de lo diferente, y tendientes a producir la integración de
los que llegan.
La
llegada de muchos emigrantes produce temores, porque es normal temer
a lo desconocido. Contra tales temores hay un sólo antídoto eficaz:
el conocimiento, hacer que lo desconocido deje de serlo. Para ello
hay que estar dispuestos a aprender, y acercarse, y preguntar, y
dialogar, y crear cercanía, y simpatizar, y entablar amistad.
BIENVENIDOS
SEAN LOS INMIGRANTES, de cualquier lugar del mundo que provengan.
Las
migraciones tienen, sin embargo, un problema y una contracara. Con
las migraciones la población tiende a concentrarse en los países de
mayor desarrollo y bienestar, y a despoblarse aquellas regiones con
menores recursos, riqueza y oportunidades. Es lo mismo que ha
sucedido con las migraciones internas de los países, que ha llevado
a la formación de las grandes metrópolis, y a despoblar y
empobrecer las áreas rurales. Además, para emigrar hay que disponer
de ciertos recursos, energías y disposición al riesgo. Sucede
incluso que los países receptores de inmigrantes tienden a favorecer
la entrada de profesionales, empresarios y personas con recursos.
Todo ello implica que los lugares de origen de los migrantes pierden
a muchos hombres y mujeres muy capaces y emprendedores, sumiéndose
así en una pobreza y depresión aumentada..
Los
países ricos, que tienden a limitar la llegada de inmigrantes por
temor a lo desconocido o por no desear compartir lo que han
alcanzado, en vez de levantar inútiles muros físicos y legales que
impidan el derecho humano a migrar y a desplazarse en la tierra,
podrían y debieran contribuir al desarrollo local de las regiones
desde donde provienen los inmigrantes que no quisieran recibir, por
ignorancia, temor o egoísmo.
Luis
Razeto