domingo, 16 de junio de 2019

SOBRE LAS MIGRACIONES Y LOS REFUGIADOS

Escapando de los conflictos internos de los países, de los desastres naturales, de la pobreza, de la delincuencia, de las guerras y de los malos gobiernos, multitudes de personas emigran de sus países y recorren el mundo buscando refugio y/o mejores condiciones de vida en otros lugares.
Salir del propio país en busca de otros lugares donde asentarse es siempre doloroso, porque si bien los humanos tenemos pies y no estamos anclados en un lugar, también tenemos raíces culturales, familiares y sociales que nos vinculan al lugar donde nos criamos y vivimos, que es parte de nosotros mismos y que amamos. Por eso las personas toman las decisiones de emigrar solamente cuando son afectados muy de cerca por esos problemas, o temen que lo serán muy pronto.
Migraciones ha habido siempre, y por las mismas razones. Pero en los últimos años han aumentado enormemente, y todo indica que seguirán aumentando. Ello ocurre por dos razones fundamentales:
1. Los problemas que causas las migraciones aumentan. Desastres naturales, guerras y conflictos internos, pobreza y malos gobiernos, se están multiplicando.
2. Las ‘raíces’ culturales, familiares y sociales que nos vinculan a un lugar se están debilitando. La globalización de la cultura, guiada por los grandes medios de comunicación, procede desconociendo y desvalorizando las culturas, tradiciones y valores locales y nacionales. Las familias están en crisis, sometidas a transformaciones profundas derivadas del naturalismo cultural. Las sociedades pierden unidad e integración por efecto de las desigualdades extremas que han incubado.
Todo ello, y el aumento de las migraciones que producen, son signos evidentes de lo que venimos diciendo desde hace años: que estamos viviendo una profunda y extendida crisis de civilización, la civilización del capitalismo en lo económico, del estatismo en lo político, del naturalismo en lo cultural. Y que es necesario y urgente iniciar la creación de una civilización mejor a la actual que decae a ojos vista.
Pero podemos también pensar que el aumento de las migraciones crea condiciones que facilitan la creación de una nueva y mejor civilización. En efecto las migraciones:
1. Favorecen la comunicación entre culturas diversas, enriqueciendo las que en cada lugar estén cristalizadas y/o se estén agotando, y son siempre ocasión de aprendizajes nuevos.
2. Implican necesariamente cierta redistribución progresiva de la riqueza, pues los países más ricos deben integrar a quienes provienen de los más empobrecidos. Y los propios migrantes suelen ser especialmente esforzados, creativos, autónomos y solidarios en la construcción de sus nuevos hogares.
3. Obligan a todos a pensar, sentir y actuar en términos más universales, lo que va en la línea de la superación de los nacionalismo y estatismos. Pero, claro, esto no ocurre de modo espontáneo, requiriendo que en aquellos lugares donde llegan las multitudes migrantes se generen dinámicas solidarias, abiertas a aprender de lo diferente, y tendientes a producir la integración de los que llegan.
La llegada de muchos emigrantes produce temores, porque es normal temer a lo desconocido. Contra tales temores hay un sólo antídoto eficaz: el conocimiento, hacer que lo desconocido deje de serlo. Para ello hay que estar dispuestos a aprender, y acercarse, y preguntar, y dialogar, y crear cercanía, y simpatizar, y entablar amistad.
BIENVENIDOS SEAN LOS INMIGRANTES, de cualquier lugar del mundo que provengan.
Las migraciones tienen, sin embargo, un problema y una contracara. Con las migraciones la población tiende a concentrarse en los países de mayor desarrollo y bienestar, y a despoblarse aquellas regiones con menores recursos, riqueza y oportunidades. Es lo mismo que ha sucedido con las migraciones internas de los países, que ha llevado a la formación de las grandes metrópolis, y a despoblar y empobrecer las áreas rurales. Además, para emigrar hay que disponer de ciertos recursos, energías y disposición al riesgo. Sucede incluso que los países receptores de inmigrantes tienden a favorecer la entrada de profesionales, empresarios y personas con recursos. Todo ello implica que los lugares de origen de los migrantes pierden a muchos hombres y mujeres muy capaces y emprendedores, sumiéndose así en una pobreza y depresión aumentada..
Los países ricos, que tienden a limitar la llegada de inmigrantes por temor a lo desconocido o por no desear compartir lo que han alcanzado, en vez de levantar inútiles muros físicos y legales que impidan el derecho humano a migrar y a desplazarse en la tierra, podrían y debieran contribuir al desarrollo local de las regiones desde donde provienen los inmigrantes que no quisieran recibir, por ignorancia, temor o egoísmo.
Luis Razeto